El lanzador de cuchillos

Maixabel

Es un caso particular, pero abre, con todos los matices que se quiera, una puerta a la esperanza

Ajuan Mari Jáuregui, que había sido gobernador civil de Guipúzcoa y figura clave en la investigación del caso Lasa-Zabala, lo mató un comando de ETA cuando charlaba con un amigo en una cafetería de Tolosa. El comando lo formaban Patxi Makazaga, Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta; este último era quien conducía el coche del que se bajaron los otros dos etarras para descerrajarle al político socialista varios tiros en la nuca.

Al año siguiente, a Maixabel Lasa, su viuda, la nombraron directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo del Gobierno Vasco. Ocupaba aquel cargo cuando se sentó por primera vez cara a cara con uno de sus victimarios, Luis Carrasco, que había solicitado reunirse con ella. En prisión, donde acudió escoltada, se encontró con un hombre angustiado y contrito. "Si pensara que eres malo, no estaría aquí", le dijo. "'Eres una persona valiente, porque no estás orgulloso de lo que has hecho y porque has pasado de héroe a traidor, con lo que eso significa en este pueblo".

En 2014 vendría el turno de Etxezarreta. "Prefiero ser la viuda de Juan Mari que tu madre", le dijo Maixabel al poco de conocerlo. La frase se le quedó grabada a fuego al verdugo de su marido; tanto que tardó un par de años en responderle: "La verdad es que yo también preferiría haber sido Juan Mari que Ibon". A aquellos primeros encuentros seguirían otros, en los que su relación se fue estrechando: en 2019 la víctima comió y conversó con el verdugo para un documental televisivo en una sociedad gastronómica que ocupa el local de un antiguo bar de la familia Jáuregui. El sábado pasado se estrenó en el Festival de San Sebastián Maixabel, el relato de esos encuentros, dirigida por Icíar Bollain. "Una ficción muy real", según Luis Tosar, que encarna al conductor del comando Buruntza. Mal día -el de los homenajes camuflados al sanguinario Parot- para presentar en sociedad una película que aborda desde una perspectiva intimista -pero no sólo- el arrepentimiento de un criminal y el perdón de una de sus víctimas. "Quiero darte una segunda oportunidad", le dijo Maixabel Lasa al terrorista que no sabía cómo pedirle perdón porque sentía que lo que había hecho era imperdonable. "Pensar que dos de las tres personas que mataron a Juan Mari están arrepentidas me reconforta". Se trata de un caso particular -por desgracia, la proporción no es esa-, pero abre, con todos los matices que se quiera, una puerta a la esperanza.

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