MASA ANTROPOGÉNICA

En el asfalto no se puede sembrar, y porque la biomasa se necesita a sí misma para seguir existiendo

Hay una peli de animación de hace unos años que muestra a un pequeño y herrumbroso robot que se dedica a recolectar y amontonar basura. Es una distopía sobre un Planeta Tierra inhabitable por la acción del ser humano, unos seres humanos que se vieron forzados a salir más allá de la estratosfera, dejando atrás a un pequeño ejército de robots tratando de recuperar la vida. Wall-e es el último de ellos. No hay ni un árbol, ni un solo animal, tan solo basura, escombros.

Bueno, es una peli de animación, nada que ver con la realidad, aquí queda mucho bicho, mucho árbol, mucha vida aún. Aún. Eso mismo. ¿Nada que ver con la realidad? Hace unos meses una prestigiosa revista científica, Nature, publicó un artículo en el que se advertía que, por primera vez en la historia, la masa antropogénica había superado a la biomasa… ¿antropoqué? Pues al parecer la masa antropogénica es todo aquello que hemos fabricado: edificios, botellas, puentes, ropa, lavadoras… Pues todo eso, sumando y pesado, es ya inferior al peso de las jirafas más los árboles más los campos de trigo más las aves más los insectos más todas las cosas vivas que hay en el planeta.

¿Y eso es bueno o malo? Malo. En primer lugar porque ni los cristales ni los plásticos se comen. Porque en el asfalto no se puede sembrar, y porque la biomasa se necesita a sí misma para seguir existiendo. No se puede fabricar, vaya. Cuando el último manzano se seque será complicado comer manzanas. Cuando el último elefante muera será complicado volver a ver un elefante correr por la sabana. Y no es solo que estemos construyendo de forma disparatada a lo largo y ancho de este hermoso planeta: es que además estamos aniquilando especies a un ritmo igualmente disparatado. Más masa antropogénica, menos biomasa. Y tan felices.

Somos una especie extraña. Hemos conseguido doblegar a la naturaleza, imponernos sobre el resto de especies, evolucionar hasta cotas inimaginables, convertirnos en los dueños de todo lo que aletea a nuestro alrededor. Pero toda esa evolución, toda esa ciencia, todos esos saberes, todo ese poder… nos hacen al mismo tiempo frágiles y autofágicos. Estamos destruyendo el planeta que nos acoge: arruinando los ríos que nos dan de beber, quemando la tierra que nos alimenta, contaminando el aire que respiramos. Estamos, en definitiva, organizando nuestra propia extinción. Homo sapiens.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios