La otra orilla

Gonzalo Revilla

Llueve en el desierto

LA situación en los campamentos de refugiados de Tinduf era complicada. Casi 40 años lleva ese pueblo sobreviviendo en el desierto. Los campamentos tienen los mismos nombres de aquellos de los que fueron desalojados en el Sáhara Occidental: Auserd, Smara, Dajla, El Aaiún... Hay varias generaciones que han nacido allí, en el desierto de Argelia, escuchando de sus mayores los acontecimientos de la Marcha Verde, las promesas de la vuelta a su tierra, malviviendo de una solidaridad internacional cada vez más desmemoriada, desesperados ante el incumplimiento sistemático de las resoluciones de la ONU y la prepotencia de un Marruecos que estira los tiempos a su favor. Y así desde 1976, un año detrás de otro.

La situación en los campamentos de refugiados de Tinduf era complicada. Ahora lo es mucho más. Y es que unas lluvias torrenciales han asolado lo poco que tenían, han tumbado edificios, han inutilizado infraestructuras, han arruinado alimentos y enseres. Un golpe asestado sobre un pueblo acostumbrado a los golpes. Las organizaciones de solidaridad con el pueblo saharaui han levantado la voz. Pero es mal momento: Europa vive perpleja ante lo que ocurre en sus propias fronteras, ni siquiera es capaz de atender a los millones de desplazados que se van filtrando por el este, no tiene tiempo para ocuparse de viejas deudas.

Es evidente: no hay voluntad política de poner fin a esta injusticia, no hay interés en devolver a ese pueblo lo que es legítimamente suyo, no hay prisa por cumplir las resoluciones de la ONU. Detrás de esa falta de interés hay razones económicas, como siempre: las minas de fosfato de Boukra, sus bancos de pesca... También geoestratégicas: nadie quiere enemistarse con Marruecos, un país que sirve de barrera antes el avance de los islamistas más radicales. Así que los saharauis sólo pueden esgrimir algo tan frágil como la Justicia. Y ya sabemos que la Justicia, por sí misma, suele ser un argumento débil.

Seamos, pues, posibilistas. Enviemos ayuda internacional. Ese pueblo sobrevive en el desierto, no puede cosechar, no puede tener industria, no puede pescar... comen si enviamos comida, y pasan hambre si no lo hacemos. Y en estos momentos necesitan reconstruir sus efímeras infraestructuras para seguir sobreviviendo. Hay asociaciones de ayuda al pueblo saharaui en muchos pueblo de la provincia. Y después de ser posibilistas, si hay alguien con ganas de luchar por los derechos de un pueblo desalojado de su tierra, si hay alguien con ganas de luchar de lado del derecho internacional... bueno: ahí están las herramientas. Bienvenido.

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