Las portavoces del partido socialista, la del Gobierno, señora Montero, con sus faralaes dialécticos, y la del PSOE en el Congreso, señora Lastra, con su falta de aplomo y continencia parlamentaria, tienen muy fácil su discurso en cualquier momento, por cualquier razón, salga el sol por donde salga: de todo tiene la culpa el Partido Popular y contra él se lanzan con una verbosidad ya conocida y con una saña patológica. Daban a entender que la oposición de los populares a la quinta prórroga del estado de alarma en el Congreso de los Diputados era la razón que justificaba su acuerdo con EH Bildu. Por si fuera poco el presidente del Gobierno en su comparecencia del sábado, insistía en que el PP con su negativa les había obligado a acordar con EH Bildu -me imagino el estupor de la engañada Inés Arrimadas- a firmar la derogación de la Reforma Laboral en vigor. Lo que no era cierto al contar ya con los apoyos de Ciudadanos y PNV.

Tras la reacción de la ministra Calviño que mostraba su desacuerdo "por contraproducente", no se hicieron esperar algunas reacciones en contra de ciertos barones socialistas -siempre los mismos- pero como de costumbre, se impuso la anuencia y la reacción conformista, cómplice y pastueña de todo el partido. Por si fuera poco la reacción de los medios de comunicación afines al Gobierno con su información, convenientemente articulada, no hacían más que adherirse a la postura del ejecutivo con todas sus consecuencias. La falsedad de los motivos del acuerdo PSOE-EH Bildu, quedaba perpetrada con la imposición rotunda y contundente de Otegui.

Decía Paul Jopseph Goebbles, ministro de Ilustración y Propaganda del III Reich, muy cercano a Hitler, que "una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad". Es una frase muy manida y reiterada en muchas ocasiones, pero la práctica política, y la nuestra es la más inmediata, nos demuestra no sólo que la aseveración es cierta sino que bien articulada y difundida oportunamente con machacona insistencia son muchos los que acaban dando por cierta esa falsedad, forma parte ya de su peculiaridad ideológica y su crónico sectarismo, identificando su inconfundible lenguaje. Con el escabroso tema del acuerdo con Bildu, la ambigüedad y la perfidia de ciertos argumentos han resultado escandalosas. Sobre todo cuando tanto el presidente como la vicepresidenta, Carmen Calvo, habían jurado y perjurado que nunca llegarían a apoyar a Bildu. Ella dijo "para nosotros esas son líneas rojas".

Una decisión innecesaria para lograr una abstención a la nueva prórroga ya conseguida a duras penas por un gobierno débil, dividido y en minoría. Un regalo que es una maniobra espuria, que parece albergar otras intenciones. No puede extrañar que aumente la desconfianza de los ciudadanos y el riesgo de que situaciones como ésta nos lleven cada día más a una indeseable degradación democrática. Otro error y no ha sido el último. ¡Con la que está cayendo!

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