Me encantan las librerías. Su característico olor, sus estanterías repletas de libros, sus escaparates donde se exponen las novedades literarias. Una librería es como un santuario de la inspiración, guardado para siempre en las páginas protegidas por las pastas de cartón que abrazan las ilusiones, hechas narraciones, en el silencio de la quietud de un libro.

Con la llegada de los sistemas digitales los libros han encontrado otro camino en busca de lectores. La técnica de difusión para leer es distinta, pero nunca llegará a gozar de ese misterio, de ese calor que es tener un libro entre las manos.

Caminar por una librería es pasear por sueños de papel, hechos con corazón y alma.

En ella los libros no conocen distinciones temáticas, viven en una república de libertades donde las ideas no se combaten entre sí, sino que acurrucadas cada una de ellas en su parcela literaria, reposan unas junto a otras en la misma balda de la estantería común.

En mi camino diario por las cercanías de mi domicilio, paso siempre por una con nombre de mujer que se titula en su contenido de culta. Una Dama Culta, que es un respiro para alegrar los sentimientos hechos narraciones, poesía, escritos o tal vez sueños inacabados en la vida que continúa latiendo en las paz dormida de un libro que espera el minuto de que alguien venga a rescatarlo. No comprendo como los autores onubenses que deseen ofrecer su trabajos no los expongan en el atractivo espejo de un escaparate de librería.

Hay muy pocos ejemplares en las librerías de reconocidos escritores onubenses, cuando conocemos la existencia de una pléyade de ellos que hacen nacer y dar vida a sus historias y cantos en rimas, de manera constante. Felicito a la Dama Culta en Huelva, a la Parada en Punta Umbría y a todas las librerías existentes que día a día abren sus puertas a un mercado no tan amplio como debiera ser.

No sé si se lee poco o mucho, pero afirmo que se debiera leerse más.

Un libro es una voz sin palabra que llega al corazón. A veces una ilusión que cala el alma para soñar despierto.

En mi soledad de pensamientos, una legión de libros me acompañan. Son mis amigos y los que salieron de mi mente son como esos hijos que quieren dejar su herencia de vida y de sueños a los que nos sigan.

Hoy la profesión de librero es difícil, a veces heroica, pero siempre encontrará en los escritores el apoyo, el calor y el agradecimiento de quienes a su sombra dejan impresos su sentimientos, ensoñaciones y dudas, para que en sus galerías bien cuidadas reposen mientras llegan los libertadores de su quietud.

Gracias, Dama Culta, de un caballero que te comprende y anima.

Un libro sin leer, es un amor truncado que aguarda su éxtasis de plenitud.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios