Libertad en Vano

Deberíamos aprender que el bienestar no es solo una cuestión personal sino también colectiva

En los últimos días se ha producido una serie de protestas en diferentes ciudades que han provocado destrozos y enfrentamientos violentos con la policía. Al parecer, los participantes no tenían un perfil definido en el espectro político. Han sido, preferentemente, jóvenes; entre los que se hallaban negacionistas, extremas izquierda o derecha, anarquistas, anticapitalistas y vete a saber si algo más. Lo que les unía, según manifestaban, era que querían hacer patente su rechazo a las medidas de restricción decretadas con el objetivo de disminuir los contagios por el SARS-CoV-2. Con mucha vehemencia, alzaban la mano a la par que gritaban repetidamente libertad. El espectáculo mostrado por los medios de comunicación ha sido deprimente, con lanzamientos de vallas, adoquines, quema de contenedores, saqueos y toda clase actuaciones propias de la guerrilla urbana. ¿Realmente reclamaban libertad? Por supuesto, la libertad es un valor fundamental en las sociedades democrática liberales a partir del siglo XVIII y soy de los que piensan que se debe defender porque se pueden producir retrocesos en ella y con todas las conquistas sociales; pero no puedo identificarme con los que han protagonizado esos altercados. Podemos entender y solidarizarnos con las manifestaciones de colectivos como los de los músicos, hosteleros, autónomos, gente del circo, comerciantes y así un largo etcétera, que están viviendo momentos muy duros -y los que les esperan- pero ¿con esos? Ni siquiera digo que lo siento, con esos, no. ¿Por qué? Pues porque lo que hay detrás de ellos es una concepción de la libertad exclusivamente individualista sin tener en cuenta el ámbito comunitario. Como decía, Stuart Mill, en su cuerpo y su mente, el individuo es soberano; sin embargo, más allá de eso, como seres sociales, la libertad tiene sus límites éticos y hay que valorar la responsabilidad que tenemos para con los demás, no sólo con nosotros mismos. En el caso que nos ocupa deberíamos aprender de otras culturas, como algunas orientales, en las cuales, el bienestar no es una cuestión meramente personal sino social, en el sentido de que todos -familia, amigos o sociedad- han de contribuir en el bienestar colectivo y, en las circunstancias que estamos pasando, la salud y la economía debe ser atendida por todos y para todos. Lo contrario no es libertad sino egoísmo. Es un deber ético fundamental esa responsabilidad. Por mi parte, les pido a esos alborotadores que dejen de nombrar la palabra libertad en vano.

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