El tránsito

Eduardo Jordá

Leyes efectivas

ASUSTA un poco la ingenuidad de los que creen -y son muchos- que una ley integral sirve para acabar con la violencia de género. España debe de ser el país europeo donde existen más leyes, aunque también debe de ser uno de los países donde las leyes se aplican peor, tal vez porque suelen chocar con una maraña de normativas internas, convenios laborales o simples horarios de atención al público. Además, muchas de esas leyes pretenden legislar cuestiones emocionales que es casi imposible someter a una regulación legal. Por mucho que ilegalicemos los celos o el rencor, esos sentimientos existen y determinan la conducta de muchos agresores. Para que una ley integral fuera efectiva, debería estar en condiciones de garantizar una vigilancia policial continua para las mujeres amenazadas, y todos sabemos que eso no ocurre. A menudo, los únicos que defienden a las mujeres maltratadas son un puñado de familiares y vecinos heroicos. Los demás ni siquiera queremos enterarnos de que está sucediendo algo raro en ese piso donde se oyen gritos y golpes o donde a menudo reina un silencio inquietante.

La ingenuidad psicológica y el buenismo ideológico (que son inseparables) pretenden hacernos creer que las relaciones de pareja son relaciones igualitarias y hasta democráticas, cuando no hay nada menos igualitario ni democrático que el amor o la vida en pareja (Ingmar Bergman sabía mucho de todo esto). El amor puede ser maravilloso, y lo es, pero también suele convertirse en un juego siniestro de dominación en el que el instinto de posesión juega un papel funesto. Conseguir que un hombre deje de ser un bruto lleva mucho tiempo, quizá un siglo entero de respeto y de comprensión hacia las mujeres. En cambio, cualquiera de nosotros puede convertirse en un bruto incontrolable.

Se suele decir que la violencia de género es un problema educativo, y lo es, pero me da la impresión de que la Logse vigente, que no incentiva el esfuerzo ni el control de la voluntad por parte de los alumnos, es un instrumento inútil contra esta clase de violencia. Si es casi imposible sancionar a un escolar que se burla o que pega a un compañero de clase, es muy difícil que ese escolar respete en el futuro a la persona que va a ser su pareja. Y ese escolar, llegado el momento, no va a saber controlar los celos ni la humillación de una ruptura amorosa.

Sólo el niño que desde la infancia haya visto tratar con respeto a las mujeres puede tratarlas con el mismo respeto cuando se haga adulto. Los agresores no van a dejar de serlo porque exista la concienciación social ni todas esas pamplinas. Los agresores sólo dejarán de serlo cuando se lo impidan los jueces y los policías. Y todo lo demás es ingenuidad o simple ceguera.

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