Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Leed, leed, malditos

La falta de lectura es uno de nuestros males endémicos y cualquier medida que intente arreglarlo debe ser bienvenida

Vale que quien da dinero, pone las condiciones. Conviene recordarlo, especialmente dada nuestra frágil memoria después de echar pestes contra Merkel (que ahora que se ha ido es buena buenísima) cuando la adalid de las chaquetas dijo que los habitantes de Francfort no iban a pagar un aeropuerto que no tiene aviones. Lo del cheque cultural, muy peronista ello (Casado dixit), es la última. Voy a dejarlo claro desde aquí y así deciden ustedes de qué antepasado de un servidor se van a acordar: ni toros, ni cine, ni teatro, ni videojuegos; lo de los cómic estoy dispuesto a darle una vuelta. Los 400, sólo para libros, exclusivamente. Quien quiera ir a ver la última de Bond, lo del Brujo, las patillas del Morante o el nosequé Mario Bros., que se lo pague y lo disfrute, pero la ayuda a la cultura debe ir destinada a paliar la principal lacra que tenemos como sociedad y es que la peña pasea su taruguismo sin remordimiento alguno, porque no se lee ni la letra gorda.

No recuerdo y miren que ya peino una cantidad de canas verdaderamente alarmante, ninguna campaña de fomento de la lectura, claro que ahora que lo pienso a lo mejor eso es lo que quieren. El nivelito es majo y la desinformación que pasea el personal delante de un café en la barra (ahora que ya se puede) me ha cortado hasta la leche del mío más de una vez. El asunto no es que haya fake news, es que la peña se las traga.

Tampoco es una de las exquisiteces de la marca España, no se vayan a creer. Cierto es que en el referéndum del Reino Unido sobre el Brexit, el despeinado de Primer Ministro mintió como sólo un corsario sabe hacerlo, pero también lo es la victoria de la ceporrez de la gente que lo escuchaba, que no hizo absolutamente nada por corroborarlo. Trump no debía haber pasado de las Primarias Republicanas, si enfrente tuviera alguien con una uña de frente que se descojonara vivo cuando les mandó a beber lejía para combatir el coronavirus. Un público medianamente instruido no dejaría pasearse a ninguno de nuestros fenómenos por los platós de televisión, soltando lindezas que, a poco que uno se empeñe, no puede evitar llevarse las manos y hasta los pies a la cabeza nada más escucharlas.

Eso es lo que tenemos entre manos y cualquier cosa que se haga para arreglar el desastre, me parecerá poca. Tampoco estamos libres de culpa. Las librerías están abiertas, no cobran entrada y en ellas pueden escoger aquello que les apetezca, echarse una risas con los locos que las suelen llevar adelante y, esto es para los colgaos, disfrutar del olor de un libro sin estrenar. Es como el de un coche nuevo. Algo irresistible e irrepetible.

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