Ha habido personas y medios que se han preguntado, públicamente, sobre el ¿por qué de su ausencia en el funeral católico del pasado lunes? Yo, no me molestaré en preguntar ante la evidencia de sus respuestas, nunca tienen que ver con lo preguntado. Es por ello que mi comentario será una expresión libre, democrática y por supuesto respetuosa de mis impresiones sobre su no comparecencia en un acto no exento de carga institucional.

Lo digo así, para no entrar en un debate sobre la catalogación o no, como de Estado teniendo en cuenta la presencia del Rey y su familia, además de la dimensión nacional del trágico acontecimiento sanitario.

Por eso, no pregunto pero sí discrepo por la incomparecencia, puesto que es demostrativa de una rotunda falta del sentido y responsabilidad institucional inherentes del cargo presidencial. Somos un Estado aconfesional, no laico. Prueba de ello fue la presencia de representaciones de diversas confesiones: musulmanes, judíos… luego, no hay justificación en el terreno de las convicciones personales.

Comenzamos el, tardío, estado de alarma escuchándole, reiteradamente, en los aló Presidente, decir con toda solemnidad -en el contexto impostado de esas intervenciones- que necesitábamos: lealtad y unidad, para que "nadie quede atrás".

Mínimo, pero fundamental paréntesis, cuando no gobernaba sí que asistía a los funerales católicos.

Matizado esto, decir que no ha sido leal con los fallecidos y menos aún con la forma en que murieron algunos, solamente por respeto a su condición de víctimas. Por cierto, nunca sabremos cuántos y menos frivolizando, el responsable de coordinar los datos, con pretensiones de convertirlo en héroe, haciéndose fotos motorizadas -qué mal llevan algunos la andropausia- algunos perdieron la vida, en muchos casos solos y sin duelo. Qué menos que acompañarlos en el recuerdo con presencia. Su unidad, no es más que un concepto unidireccional, se hace lo que yo planteo y nada más, pero en este caso, la unidad era la cercanía en compartir el dolor con las familias. Esas familias que vivieron de lejos y en absoluta soledad la pérdida del ser querido y que hubieran tenido la cercanía del poderoso, aunque este no sea precisamente empático.

Con lo cual, el tercer precepto mejor borrarlo, porque se han quedado atrás más de 40.000 conciudadanos a los que ni la propaganda, ni las excusas, ni sus alardes hedonistas orientados bien sabemos a qué… y los que aún habrán de caer, no entienden ya, ni sus familias, de expertos desconocidos, de directrices incoherentes, de toma de decisiones tardías… ellos, están ya con Dios, aunque no lo crea, porque le interesa lo del día 16 que es su día, presidente.

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