Kellys

Ya no eran invisibles. Eran un colectivo y tenían voz. El resto de las cosas… muy lentas

Luisa sabía que aquello no estaba bien, pero le dolían tanto los huesos y tenía tanto que hacer que apenas se paraba a pensarlo. Pero cuando por fin conseguía entrar en la cama, justo antes de caer profundamente dormida ese pensamiento le pasaba fugaz: "Esto no está bien". Llevaba más de 18 años limpiando en hoteles, y es posible que ella estuviera cada día más vieja, pero también era que el trabajo era cada vez más duro. Y por cada vez menos dinero.

Un año dejaron de contratarlas desde el hotel. "Vamos a externalizar el servicio", dijeron. Y eso resultó ser trabajar más por menos dinero, con contratos de meses, incluso de semanas. Ahora limpia más del doble de habitaciones que antes, lo que significa que termina la jornada con dolores en cada parte de su cuerpo. "Hay que ser competitivos" ha escuchado más de una vez, cuando ha querido protestar por alguna cosa, "el sector se está recuperando aún"… pues será el sector, porque lo que es su nómina…

Un día Luisa las vio por la televisión. Las Kellys, se hacían llamar, mujeres como ella que portaban escobas y pancartas, y que protestaban, igual que ella, pero en grupo. Se ilusionó. "Por fin estamos reaccionado". Lo comentó con las compañeras, aunque la mayoría agachaban la cabeza y huían de todo lo que pudiera amenazar su puesto de trabajo. Pero alguna empezó a ilusionarse, como ella. Y fueron a reuniones, y trajeron información, y la repartieron, y fueron también a algún programa de radio. "Las Kellys, somos las Kellys" afirmaban orgullosas. Y tuvieron que ir a dar explicaciones al director del hotel, también al dueño de la ETT. Y aunque no eran tan estudiadas como ellos les hablaron claro y sin miedo.

Se compraron camisetas, se reunieron con políticos, empresarios, sindicatos, asociaciones… fueron a asambleas de Kellys, siempre diciendo lo mismo "así no podemos seguir". Y, bueno, algunas cosas parece que cambiaron. Lo más importante: ya no eran invisibles, ya no eran sólo esas mujeres que entran cuando el cliente se marcha a la piscina o abandona el hotel. Eran un colectivo y tenían voz. El resto de las cosas… muy lentas: alguna subida salarial en los casos más sangrantes, un convenio que dicen que llegará, trabajo parlamentario para modificar el Estatuto de los Trabajadores. En cualquier caso: a Luisa le dolían menos los huesos, porque aunque la dignidad por sí misma no llena los platos de comida, sí que le hace a una caminar más erguida.

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