Justificaciones maquiavélicas

La maldad siempre quiere vestirse con sus mejores galas para hacernos creer lo contrario de lo que es

La idea de lo que es una persona virtuosa o de que está en consonancia con el bien ha ido cambiado a lo largo de la historia. Sin embargo, lo que sí se mantiene secularmente ha sido el deseo mayoritario de aparecer ante los demás con la imagen que más se ajuste al estereotipo que encarne el modelo, supuestamente, a seguir. En este sentido, en el presente uno de sus componentes sería el de actuar o, desde una perspectiva más kantiana, el del ser alguien que sea opuesto a cualquier tipo de violencia, con la excepción de que ésta sea en defensa propia. Pues bien, al respecto es especialmente llamativa la pretensión de muchos protagonistas del mal -en concreto, de quienes siembran la vida de acciones malvadas- de venderse con ese patrón, como seres pacíficos, amables, caritativos, bondadosos, justos y equilibrados. Ejemplos los hay por doquier, desde mafiosos que abren comedores para pobres hambrientos, traficantes de drogas que sacan de apuros a modestos equipos de fútbol, asesinos que construyen hospitales para desfavorecidos a otros que donan sumas importantes a iglesias agradecidas que miran hacia otro lado en lo no conveniente. Lo que buscan es conseguir adeptos e intentar justificar sus maldades de manera maquiavélica, apoyándose en fines, en principio, considerados aceptables. Pero al margen de todo este elenco sobresaliente de grandes delincuentes, en la política cotidiana y en la vida más común o cercana a la mayoría de la población también se produce este fenómeno, si bien adaptado o hecho a medida del sujeto y de las circunstancias. Así, en estos días se ha asistido a la difusión de argumentos vergonzantes para no suscribir los homenajes a Miguel Ángel Blanco, con la ridícula excusa de que no ha sido la única víctima del terrorismo, cuando sabemos que una cosa no quita la otra. ¿Por qué no han propuesto hacer otro día un reconocimiento más global? Lo real es que no se han atrevido a decir la verdad, que no es otra que no quieren ese apoyo porque Miguel Ángel no era de los suyos. Por ello, se parapetan tras un mensaje de equidad. Por otro lado, la cotidianidad igualmente nos surte de otros ejemplos, como los referidos a quienes organizan cursos sobre el acoso, cuando son ejecutores; cursos de defensa personal para mujeres, cuando son maltratadores, o quienes apelan al respeto y sosiego cuando hostigan deliberada y sistemáticamente a un compañero. La maldad siempre quiere vestirse con sus mejores galas para hacernos creer lo contrario de lo que es.

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