Justicia popular

Los jueces sólo sentencian según las leyes. Al menos, mientras sigamos viviendo en un Estado de Derecho

Por fin los jueces han querido escuchar el clamor social", dicen miles de tuits y docenas de personas relevantes -ministros, políticos, personajes públicos- al comentar la revisión de la sentencia de la Manada que acaba de emitir el Tribunal Supremo. "Millones de mujeres dijeron en las calles #yosítecreo y por fin han sido escuchadas por la Justicia", dice muy ufano un tuit de Pablo Iglesias, que debe de tener una idea de la justicia comparable a la que tenían el difunto Ceaucescu o el difunto Mao Tsé Tung.

Es asombroso. Para dictar una sentencia, los jueces no pueden escuchar a las mujeres de #yosítecreo, del mismo modo que no pueden escuchar a una concentración de neonazis o a una manifestación de activistas en contra del aborto. Los jueces no pueden escuchar a nadie porque sólo pueden escuchar los testimonios de los testigos que han sido recogidos en los autos o en la vista oral. Y por supuesto, los jueces pueden escuchar a sus compañeros del tribunal, del mismo modo que pueden -y deben- escuchar las alegaciones del defensor y del fiscal. Pero no pueden escuchar a nadie más. Ni siquiera pueden escuchar la voz interior que les dice que ese acusado que tienen enfrente es un tipo despreciable que se merece lo peor, por la sencilla razón de que la vocecita de su conciencia -o de sus gustos o de sus inclinaciones políticas- no tiene cabida en una sentencia. Lo único que tiene cabida es lo que dictan las leyes (a veces confusas), o bien los testimonios recogidos en los autos (y aun así hay que comprobar que esos testimonios sean fiables y no sean acusaciones infundadas). Y eso es todo. Los jueces -y las juezas, porque aquí el desdoblamiento de género es obligatorio- no emiten sentencias en función de sus ideas o sus inclinaciones personales. No. Los jueces sólo emiten sentencias en función de lo que digan las leyes. Al menos, mientras sigamos viviendo en un Estado de Derecho.

Es preocupante que mucha gente que ha crecido disfrutando de unas garantías legales absolutas tenga una idea tan pobre -o tan sesgada- del régimen de separación de poderes que las ha hecho posibles. Sin independencia judicial no hay Estado de Derecho, es tan simple como eso. Pero mucha gente cree ahora que los jueces sólo pueden aceptar el veredicto que dicten las muchedumbres en la calle. Como en la Alemania de Hitler, por cierto.

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