La expresión "presos políticos" ha tratado de incorporarse de forma machacona a la causa/cosa catalana. Se niega o se afirma que existan según la ideología y el interés, y hasta las declaraciones de quienes contemplan desde el palco del extranjero esta puesta en escena, unas veces dramática y otras tan esperpéntica, están contaminadas de doctrina. Ha tenido que terciar en el debate bizantino una organización libre de sospecha como Amnistía Internacional, que asegura que no debe hablarse en este caso de presos políticos, o "presos de conciencia": ni los Jordis ni los consellers están encarcelados por sus convicciones, sino porque son "acusados de actuaciones que pueden ser constitutivas de delito". Pero el encaje terminológico no resuelve la intoxicación lingüística, que tiene otros matices.

Obviemos la vertiente política, que será por descontado la que más efectos produzca en el futuro, mirando hacia el 21-D. Miremos en cambio al pasado, porque la insistencia en denunciar una supuesta represión por motivos de conciencia ha provocado reacciones de indignación. Hablar con tanta ligereza de presos políticos, y hacerlo en las barbas de quienes han padecido tortura, castigos y privación de libertad por sus ideas, es sugerir identificaciones indecentes. No solo porque nuestra democracia, con todas sus imperfecciones, en nada se parece a la dictadura franquista, sino porque se desprecia la memoria y el sufrimiento de mucha gente, y el sufrimiento hay que tomárselo en serio. Mi hija me preguntó el otro día qué es un preso político. Ella es la culpable de que escriba estas líneas, porque no supe bien qué contestarle. Pero me avergüenza y enfurece que la referencia que vaya a tener de quienes defienden sus ideas aún por encima de sus derechos, sea la de estos señores. O que piense que el exilio sea un hotel y una rueda de prensa en Bruselas abarrotada de periodistas.

No quiero que usurpen las palabras que sostienen la historia, nuestra Historia. Ni quiero que a mi hija, a todos nuestros hijos les roben la verdad de los hechos, la memoria de lo que pasó no hace muchos años en España, porque esa memoria va a determinar su manera de entender el mundo. Y defenderé que los Jordis y el Govern salgan de la cárcel, y tengan un juicio justo, proporcionado y con garantías, es decir, todo lo que no tuvieron muchos presos políticos en este país. Pero que también lo tengan las palabras. Ellas también merecen justicia.

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