Jubileo viene de júbilo y en El Rocío se expande pródigamente cada vez que se invoca y se celebra en honor de la Blanca Paloma. Resplandece espléndidamente en estos días en que se celebra su universal romería. Vuelve el Jubileo con motivo de la conmemoración del centenario de la coronación de la Virgen y el traslado de su imagen a Almonte. Una tradición de fervor, devoción, religiosidad y alegría, que prodiga su presencia en la calle y sobre todo en su camino inigualable hacia el pueblo que la tiene como Patrona y Reina. Una emotiva venida que uno guarda entre sus más conmovedoras vivencias a lo largo de los años -¡muchos años!- de retransmisiones e informaciones de estas celebraciones. Parece que fue ayer cuando el inolvidable Benedicto XVI otorgaba el año Jubilar Mariano, que el mundo rociero celebraba con singular alborozo. Un acontecimiento singular en la vida rociera de cuya trascendencia disfrutaron, no sólo los miles y miles de devotos rocieros sino también quienes vivían más de cerca los ecos fructíferos de este extraordinario suceso y quienes desde cualquier lugar del mundo lo sentían y conocían. Cuanto expresábamos hace seis años en esta columna puede transcribirse en la actualidad con la misma convicción. Autentifican y fructifican estos acontecimientos un fenómeno tan asombroso como El Rocío, ya que, en contra de los procesos de secularización y la presunta controvertida caída de la influencia de las instituciones religiosas en el mundo, en la primera década ya superada del siglo XXI, el movimiento religioso rociero cobra cada día mayor interés y registra cada año una más acentuada participación. Con todos los sensibles cambios habidos en el orden ideológico, político, económico, tecnológico y cultural, la progresión religiosa de distintos signos y creencias ha consignado un valioso incremento a escala universal. En ese ámbito de la religiosidad, fervientemente expresada en el orbe cristiano y entre los más notables centros marianos, la romería del Rocío se ha beneficiado en los últimos tiempos de un crecimiento extraordinario, multitudinario, como lo prueba el aumento del número de hermandades y asociaciones integradas en esta grey rociera.

En el capítulo sobre El Rocío: la evolución de una aldea sagrada, del libro El Rocío: análisis culturales e históricos (2002), los profesores J. Carlos González Faraco, almonteño, de la Universidad de Huelva, y Michael D. Murphy, estadounidense, de la Universidad de Alabama, ya expresaban la trascendencia de esa expansión del fervor rociero. Su texto, como bien apuntaba en el prólogo el profesor Salvador Rodríguez Becerra, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Sevilla, se debe a "trabajos fruto de la investigación, el estudio, la reflexión y la aplicación de unas metodologías científicas y ahondan en el ser y existir de esta imagen, de la devoción nacida en torno a ella y el medio donde ha surgido". Léase.

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