Visiones desde el Sur

Juan Villa

En sus letras he podido paladear el néctar de la uva zalema y conocer su historia

Cuando el relente marismeño y el bullicio propio del agolparse en torno a la reja de la Virgen del Rocío anuncian que, pronto, no tardando mucho, Ella ascenderá volandera por las esquinas de la aldea a hombros de almonteños, siempre, siempre, me veo con Juan Villa. Es una cita no pactada pero obligada en mi deambular por estos lares -que son los de mi infancia- cada año.

En las entretelas de Juan Villa se esconde un retirado profesor de lengua y literatura, los rescoldos de un filósofo, las ansias de un probo investigador, la charla de un excelente conversador, un consumado articulista y un literato de raza; puede, incluso, que hasta el aroma de un tímido vate, ese que todo narrador lleva dentro y que no luce por honradez, por respeto a lo más esencial de la literatura: la poesía.

Hay pocos escritores de ficción que hayan utilizado con éxito, a mi entender, el territorio de Doñana -ese espacio mítico y a la vez tan real y cambiante e inaprehensible- como lugar en donde colocar a los personajes de sus relatos o novelas. Juan Villa es uno de ellos, dejando aparte, claro está, a los maestros Alfonso Grosso (Con flores a María) y a Caballero Bonald (Ágata ojo de gato).

A fuer de andar por arenales y por lodos, por marismas y secarrales de estío; de tener en el horizonte sensorial y visual a palmípedas, vacas mostrencas o caballos marismeños; de escuchar campaniles o la berrea de los ciervos cuando toca… a Juan se le ha metido en la sangre el ritmo lento, natural y prodigioso de Doñana. Juan Villa pareciera no tener prisa para cosa alguna, tampoco para el escribir. Pero, a pesar de ello, nos ha dejado ya una obra narrativa consolidada y terca por la temática, que no es otra que Doñana: sus gentes, sus pueblos, su flora, los usos y costumbres, así como las virtudes y miserias que han acompañado el acontecer de sus moradores en un territorio tan inhóspito.

Sus libros Última estación, Crónica de las arenas, El año de Malandar, Los almajos, La mano de Dios y Voces de la Vera son sus señas identitarias en lo narrativo.

La semana pasada Juan me regaló su última entrega: Zalema, barbacana de Doñana. Un delicioso libelo, de esos que hay que conservar en un lugar preferente de la biblioteca, ilustrado por Daniel Bilbao-Peña y editado por el Ayuntamiento de Bollullos par del Condado. En el mismo, en sus letras, he podido paladear el néctar de la uva zalema y conocer su historia, que no es otra que la del Condado de Huelva.

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