Las tres M de Juan Espadas

Mesura, municipalismo y mutualización del poder en el partido marcan el nuevo estilo del PSOE andaluz

Más que efecto Espadas, como pretende su portavoz parlamentaria Ángeles Férriz, lo que hay dos semanas después del triunfo del alcalde de Sevilla sobre Susana Díaz es un estilo Espadas. Algo ha cambiado. Se podría resumir con tres M: mesura, municipalismo y mutualización. La moderación de Espadas ya era conocida, y su capacidad de diálogo probada al entenderse con Podemos o con Ciudadanos en su Ayuntamiento. Su talante puede ser más moderado que el del presidente de la Junta. El carácter personal de Moreno, abierto y cordial, no se corresponde con la estrategia permanente de sus tres portavoces. Tiene tres halcones de voceros en el Gobierno (Bendodo), el PP andaluz (López) o el Parlamento (Nieto). Algo rechina. Y además entregó la presidencia de la Comisión de Recuperación de Andalucía a Vox, el único partido que votó en contra de su creación, que estaba en contra de cualquier acuerdo con la izquierda. Convirtiendo en inútil e insustancial la misión de esa importante comisión, dicho sea de paso.

La segunda M de Espadas ha sido su santo y seña en la campaña de primarias socialista. El municipalismo. Ignoramos si planteará cuando lleguen elecciones una seria descentralización, como reclaman desde hace décadas alcaldes como el de Málaga. Pero ya le ha sacado punta a esa rama, al proponer que ayuntamientos y diputaciones tengan un protagonismo señalado en el reparto de los fondos europeos extraordinarios. Cuando le propone a Moreno apoyar la nueva Ley del Suelo que le tumbaron entre Vox y el PSOE susanista no sólo está cambiando las reglas de juego, también está recordando que los primeros protagonistas de la Lista son los ayuntamientos. No da puntada sin hilo.

La mutualización del poder en su partido que se apunta significaría que se va a pasar de un hiperliderazgo a una gobernanza tranquila de la organización, en la que el reparto de poder entre las provincias y sensibilidades sería más equilibrado. En esa estrategia entra hasta a su antagonista, a la que quiere buscar una salida aseada. También ahí se incluye su confesión de que ha sido él quien ha pedido a Susana Díaz que no dimita de secretaria general para evitar que sus padrinos madrileños pongan una gestora que lo marquen como sucursalista desde el inicio de su mandato. Se da tiempo y lo busca: sus ofertas de colaboración parlamentaria a Moreno llevan implícito retrasar al máximo las próximas autonómicas. Para que fructifique el efecto Espadas...

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