Ahora bien, esto que veis es un pasomisterio con faldones bordados, respiraderos, un canasto dorado, un monte de claveles y un Crucificado. Abajo, los palos, donde los costaleros faenan a la voz del capataz.

Detrás el palio con la candelería, el manto, los varales, la saya, los frondosos bouquest de rosas blancas y unos bamboleantes candelabros de cola. La Virgen, alzada en su peana, con toquilla y corona. La banda, trompetas y tambores, música de capilla. El cortejo cirineo.

Ya las cuadrillas se han igualao. Se vuelve a repetir la chicotá y la revirá a ritmo de una marcha en ese quicio donde el silencio acuna y truenan los aplausos.

Este simplista esbozo acaba convertido en milagroso encuadre, en ese transgredir lo cotidiano para llegar al gozo y hacer que aflore la sensibilidad entre los recovecos del feroz pragmatismo. La inteligencia emocional, oculta en el reverso de la piel, desboca el alma herida en la imagen de Cristo ensangrentado o de una Mater Dolorosa.

Llevamos cuatrocientos años haciendo pública profesión de fe en el Resucitado, al que tantas generaciones han ofrecido sus vidas y han manifestado su conversión y compromiso.

Dios en la calle y el pueblo que late a compás de la Vía Dolorosa, donde la tradición relata los misterios de la Pasión.

Desde otra atalaya, la Pascua, se ha convertido en mercantilización, temporada de relajo y asueto, de reactivación económica, ofertas comerciales y atractivo turístico, donde los picos economicistas juegan al alza en sectores estratégicos como la hostelería, el transporte, la distribución y el entretenimiento.

Se estima que las contrataciones generadas por la Semana Santa alcanzarán en Huelva más de dos mil nuevos puestos de trabajo, rebasando casi en un 10% la asistencia de 2016, según la empresa Randstad. Así pues, todo un éxito.

Pregunto si aquello de remover conciencias, de la estación penitencial y catequesis popular tienen algo que ver con el binomio turístico-comercial, si lo que celebramos es la vigencia del mensaje evangélico o el green del hoyo 7, si cuanto nos legaron nuestro padres sólo sirve para dinamizar la economía o para sentir el aliento de Cristo en el Calvario.

No nos equivoquemos, Dios no cotiza en bolsa. No se vende. No es un homo económicus ni moneda de cambio.

Volvamos al precepto cofrade: salimos, no para que nos vean, nos ven porque salimos. Así, rememorar la Cruz.

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