La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Jacques Perrin, más que 'Cinema Paradiso'

Los cines fueron cerrando abandonados por el mismo público que se emocionaba con 'Cinema Paradiso'

Cinema Paradiso es una película simpática realzada por una gran partitura de Morricone. Y no mucho más. El público la amó como sentimental y melancólico homenaje a los cines desaparecidos y las películas que en ellos llenaron tantas vidas de emociones, sueños, aventuras, necesarios descansos de la realidad que cumplían la cita de André Bazin: "El cine sustituye nuestra mirada por un mundo que se amolda a nuestros deseos". Lo curioso del caso es que aquellos cines habían ido cerrando hasta desaparecer porque ese mismo público que se emocionaba con las muertes del cine Paradiso y su proyeccionista los fue abandonando seducido -además de por la televisión, el vídeo y el DVD- por las moquetas de los multicines, primero, y las de las multisalas palomiteras, después. Lo mismo sucedió con las viejas películas cuya evocación tanto emocionaba en la película de Tornatore: dejaron de interesar y por eso desaparecieron hasta de las televisiones públicas para vivir hoy, como los indios privados de sus territorios, en las reservas de unos pocos canales especializados y plataformas.

Un fenómeno parecido se ha repetido con la muerte del actor, director y productor Jacques Perrin: se ha recordado, sobre todo, que fue, junto a Philippe Noiret, el intérprete de Cinema Paradiso. Pero se ha dado poca importancia a que fue el joven Lorenzo que en La chica con la maleta ponía en el tocadiscos Celeste Aida mientras la Cardinale bajaba la escalera enamorándonos a todos (y a Alberto Fernández Bañuls más que a nadie), el marinero que cantaba en Las señoritas de Rochefort la maravillosa Chanson de Maxence ("Je pourrais vous parler de ses yeux, de ses mains. / Je pourrais vous parler d'elle jusqu'à demain") o el Drogo de El desierto de los tártaros que se consumía en la fortaleza de Bastiano. ¿Quién recuerda estas películas de Zurlini y Demy? Y aún menos se ha destacado algo más importante: Perrin fue el arriesgado productor, además de intérprete, de obras maestras de Costa Gavras como Z, que ganó el Oscar, o Sección especial, y del tan grande como poco conocido novelista y cineasta Pierre Schoendoerffer, caso de la magistral Le crabe tambour o de El honor de un capitán. Y es que estas películas, que hacen la grandeza de Jacques Perrin como intérprete y productor, pertenecen a un mundo tan perdido como el tan llorado cine Paradiso... ¿Con lágrimas de cocodrilo?

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