Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Islamofobia

EL presidente de la asociación islámica de Málaga, Félix Herrero, se ha tomado con humor la prohibición de construir minaretes en las mezquitas suizas. En la página web de su organización ha escrito que en Arabia Saudí no se pueden construir iglesias, pero su legislación nada dice contra la posibilidad de edificar un campanario. Y concluye proponiendo un amejoramiento de la Alianza de Civilizaciones para hermanar las mezquitas sin minarete suizas con unos imaginarios campanarios sauditas sin iglesia. Bromas aparte, la islamofobia gana adeptos en Europa a grandes zancadas y es mucho más ancha y compleja de lo que se quiere reconocer. Esta no es una cuestión sólo de la extrema derecha. Ni de los suizos en exclusiva. Si se preguntara a los españoles en referéndum si hay que permitir minaretes en las mezquitas, es bien probable que saliera un resultado similar al de Suiza. Incluso si se pregunta simplemente por la construcción de mezquitas.

En Suiza hay unas doscientas mezquitas y en Andalucía unas cien. En Sevilla está costando la misma vida encontrar una ubicación para una promovida por el Emirato de Sharjah, considerado la capital cultural de los Emiratos Árabes Unidos. Y la cultura que exportan es la religiosa. Lo hacen con celo, en los primeros años 90 promovieron una mezquita en el mirador de San Nicolás de Granada, en los altos del Albaicín. Se les exigió el cumplimiento estricto de todas las normas urbanísticas aplicables al caso, incluidas unas excavaciones arqueológicas. Y cumplieron religiosamente. También se les impuso que su minarete no fuese más alto que el campanario de San Nicolás. Una comisión municipal pidió incluso que se hiciese una reproducción a tamaño real del futuro minarete, con tubos y lonas, y examinó el resultado desde la Alhambra. Sólo entonces se le dio la licencia de obras a los promotores.

Ayer entró en vigor el Tratado de Lisboa. Un tratado para la Europa de los próximos 20 años, a la que no se incorporará Turquía. La heredera del antiguo imperio otomano, que fue una potencia continental entre los siglos XIV y XX, llama a la puerta de la Unión Europea, pero tiene pocos apoyos reales. Sólo los grandes, Alemania y Francia, expresan en voz alta las reticencias que muchos otros se ahorran, camuflados detrás del eje franco-alemán. Hay miedo al islam en Europa. Los pueblos se mueven más por sus emociones que por el conocimiento. E identifican a los musulmanes con los radicales islámicos que hundieron las torres gemelas, atentaron contra los trenes de cercanías de Madrid o han secuestrado a los tres cooperantes españoles en Mauritania. Estos secuestros llegan a durar meses y alguno ha acabado con muertos. Un escenario no va a mejorar la popularidad de los musulmanes en España. Un asunto que no da para bromas.

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