Ishiguro

No sabemos qué aguarda a la Humanidad en este siglo XXI. De hecho, no sabemos si tiene futuro o será devastada

Dice el Nobel Ishiguro, a cuenta de su última novela, que nos dirigimos a un mundo sin trabajo, robotizado, apocalíptico, genéticamente modificado, etcétera. Lo cual nos recuerda a aquellos ludistas británicos que, a primeros del XIX, se dedicaban a destruir la maquinaria textil, como forma de garantizarse el empleo. Pero también nos recuerda, melancólicamente, que incluso un Nobel de literatura no está libre de decir simplezas, y que la literatura apocalíptica goza de excelente salud.

Ortega, que dedicó una parte sustancial de su inteligencia a la cuestión de la Historia, pensó erróneamente que la Historia podía predecirse, acaso influido por Spengler y su rotación de los imperios, que se hallaba a medio camino entre las Edades de San Isidoro y los "corsi e ricorsi" de Vico. Sin embargo, la llegada del coronavirus nos ha traído de vuelta algo que ya sabíamos, y que hoy resulta monstruosamente obvio, como es la impredecibilidad del futuro. Bradbury, en sus Crónicas marcianas, recoge un extraordinario relato, publicado en 1948 (Aunque siga brillando la luna, lleva por título), donde una expedición a Marte descubre que los marcianos han muerto por una epidemia de varicela, llevada allí por los humanos. Asunto éste que entonces quizá resultara algo extravagante y lejano (el mundo acababa de comprobar la letalidad de la ciencia aplicada), pero que hoy nos apela directamente, convertidos en nuestros propios marcianos. Si algo queda claro, pues, tras las plagas y desastres que ahora mismo nos azotan, es que los escalofríos apocalipticos de Bauman, de Lipovetsky, de Ishiguro, de nuestra adorada escolanda Greta Thunberg, conciernen más a la fantasía del individuo que a la propia y desconocida marcha del mundo. No sabemos qué aguarda a la Humanidad en este siglo XXI. De hecho, no sabemos si la Humanidad tiene futuro o será devastada por un microbio, un meteorito o una violenta plaga de cantautores. Lo que sí podemos afirmar es que no se parecerá mucho a lo que dice don Kazuo.

En el futuro, en fin, seguirá habiendo trabajo mal pagado, contabilidad B, niñeras de confianza, como las del matrimonio Iglesias-Montero, y profesionales del independentismo con cargo al erario público. También habrá literatura distópica y juegos de lotería. Y tampoco debe descartarse que vuelva el walk-man. Todo este miedo, por lo demás, lo explicaba muy bien Joris-Karl Huysmans, finalizando ya el XIX. El problema de los robots, decía don Joris, es que delatan cuánto nos parecemos a ellos.

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