He sostenido siempre y aquí lo he consignado en varias ocasiones, y creo necesario repetirlo, porque la Historia vuelve a reiterarlo, que los nacionalistas aprovechan la debilidad del Estado para tratar de imponer sus ambiciones independentistas. Ocurrió en el curso de la efímera Primera República (11-2-1873 a 29-12-1874), en el de la Segunda (14-4-1931 a 1-4-1939) y ahora que, desde el intento de proclamar una república independiente de Cataluña (17-10-2017), hemos llegado a la indignante humillación del presidente en funciones Sánchez hasta la no menos intolerable calificación de "débil y derrotado" que le ha inferido hace unos días el tal Rufián, que lidera las conversaciones con ERC para la hipotética investidura, junto al negociador Josep María Jové, que evitó que Rajoy conociera los gastos del 1-O. Una ignominiosa humillación de quienes no tienen más argumento de diálogo que la autodeterminación, la independencia, reprueban al Rey, desobedecen una y otra vez al Tribunal Constitución y desprecian a todos los españoles. Con la anuencia y el apoyo de los nacionalistas vascos y la cínica aseveración, habitual en él, de Aitor Esteban, dispuesto siempre a sacar la mejor tajada. Si a esto se añade Otegui, no digo más…

En este cúmulo de irresponsabilidades que se deriva de la radicalización de conocidas posturas en las negociaciones, cunde la preocupación y se aleja la perspectiva de esa búsqueda de la estabilización que tanto necesitamos. No sorprende por ello que hayan surgido voces muy acreditadas del ámbito político y cultural de nuestro país -"La España que reúne"- que muestren su firme crítica al acuerdo Sánchez-Iglesias e invoquen a la Constitución "nuestra casa común" que "exige diálogo entre diferentes para alcanzar acuerdos que impulsen a la Nación en un horizonte de libertad y progreso". O como afirmaba Nicolás Redondo, oponiéndose al pacto, asegurando que "no es bueno porque lleva la política a la periferia, al ámbito radical y eso no es bueno para ningún país". En este laberinto donde se aprecian evidentes irresponsabilidades y ambiciones unos se debaten en sus propias contradicciones mientras otros, en sus extremismos trasnochados en sus regionalismos y localismos inanes, favorecen a quienes están empeñados en fracturar el país y dinamitar el orden constitucional.

Mientras Andalucía crece, dicen, arrecia la tenebrosa resaca de los ERE, sus daños colaterales, las acusaciones y las imputaciones, que causas quedan bastantes, pero también invocaciones de inocencia, porque Chaves y Griñán son gente honrada. Recordaríamos el discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César, en la tragedia shakesperiana. No crece tanto Huelva. Así nos alarmaba hace unos días el Consejo Económico y Social de la Provincia, que alertaba de la pérdida del poder adquisitivo de los onubenses en los últimos años. Una pérdida de treinta puntos en su renta media comparada con la renta per cápita nacional.

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