Integrismo turismofóbico

La solución no pueden ser tan simplistas como aceptar un debate entre amigos y enemigos del sistema

Definitivamente, vivimos en unos tiempos en los que las fobias, se imponen a la racionalidad y, ello, nos dirige a confrontaciones no solo indeseables sino, también, innecesarias que si las trasladamos al ámbito de la actividad sociolaboral generan inquietud e inestabilidad con alta repercusión económica.

Y es en este terreno de los rechazos en el que nos estamos moviendo en los últimos tiempos en lo que al turismo se refiere.

Si intentamos analizar la cuestión, con un mínimo de lógica e imparcialidad, debemos reconocer la aportación que la citada actividad tiene en la economía nacional, pero hay que decir, que la misma no debe ser la forma ideal de sostenibilidad de nuestro modelo productivo -no nos queda tan lejos, a título de ejemplo, la burbuja inmobiliaria- por mucho que la situación política y de inseguridad en nuestro entorno nos resulte favorable.

Sin embargo, las soluciones no pueden ser tan simplistas como la aceptación de un debate entre amigos y enemigos del sistema -algo o mucho de ello hay- sino la puesta en marcha de verdaderos mecanismos reguladores que no, necesariamente, han de pasar por determinados gravámenes al visitante y con más certeza el control de los explotadores estructurales y de recursos humanos, así como de la conversión en depredadores comerciales o patrimoniales de los teóricos visitantes. Esto debería ser un objetivo de futuro, lo más inmediato posible, y aplicación rotunda de las correspondientes herramientas legales con la misma intensidad y necesaria rotundidad a quienes desde la radicalidad, el sectarismo o la manipulación argumental, atacan impunemente al turista y/o empresas para romper nuestra imagen, el mercado laboral y sustento de muchas personas honradas y trabajadoras la seguridad, premisa imprescindible para quien viaja. En definitiva, los buscadores del "cuanto peor mejor" propios del totalitarismo.

Ya Bismarck lo decía: "España, debe ser el país más fuerte del mundo, pues los españoles llevan muchos años intentando destruirlo, pero no lo consiguen". Esperemos que el integrismo turismofóbico tampoco lo haga.

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