Me llamaron la atención las declaraciones del exministro Carlos Solchaga en la presentación de sus memorias, Las cosas como son, el pasado día 5 en Sevilla, de cuyo acto informaba ampliamente nuestro periódico. Decía quien fuera uno de los responsables de una de las etapas decisivas del cambio económico y político de España: "Siempre me he sentido atraído por las ideas liberales, pero no comparto con la mayoría de los liberales ni su pasión por el individualismo ni su aversión por el Estado". No creo que el liberalismo sea tan extremadamente individualista ni que suponga, stricto sensu, desprecio por el Estado. Contrasta que su atracción se vea contrariada por los principios esenciales del ideal liberal. Una vez más el lenguaje y la realidad muestran perspectivas muy imprecisas que propician confusiones donde falta la sensibilidad auténticamente democrática y por supuesto una entidad genuinamente liberal.

En cuanto a esa evidencia democrática que escasea en ciertos partidos políticos que tanto presumen de ello, pendientes más de sus ambiciones e intereses personales de su partido que de servir a su raíz ideológica y al beneficio ciudadano, el bien común, nadie puede poner en duda los principios constitucionales que sustentan nuestro Estado de Derecho y una separación de poderes -que debe perfeccionarse- como han puesto de relieve entidades tan notables como la Fundación Konrad Adenauer -excepcional modelo de mandatario ejemplar-, defendiendo y exaltando la democracia española y criticando la decisión del juzgado alemán que liberó al fugitivo Puigdemont. Podría pensarse en una extralimitación de la euroorden, cuya efectividad es cuestionable. Así de España puede separarse quien quiera pero de Alemania, donde el independentismo está prohibido, no. Mal van las cosas en la CE si cualquiera de sus Estados discute la legitimidad democrática de los demás.

Esta borrasca ideológica convierte una ceremonia de la confusión en un turbulento vendaval de contradicciones, de falsedades ideológicas, doble moral, populismos desaforados, supremacismos intolerables, radicalismos suicidas -Rufián es capaz de afirmar "Nos están cazando por nuestras ideas políticas", encubriendo su condición de golpistas- o la indocumentada Colau: "España está en un momento de regresión democrática"; Podemos, IU, CCOO y UGT, firmando una nota conjunta por la excarcelación del corrupto Lula da Silva y los mismos CCOO y UGT sumándose a la manifestación a favor del golpismo separatista. Con razón Rivera dijo: "Deberían velar por los trabajadores". Y entre otros, the last but not least, el aberrante y errático nacionalismo que no cesa. Las ínfulas de Torrent: "Sería inconcebible que Llarena no hiciera caso de la legalidad internacional". ¡Insólito! Para que no falte de nada llegaron los pacifistas: Corbetas para Arabia Saudí, no, para Venezuela sí. Un sistema, patéticamente fenecido, el colectivismo a ultranza, quiere volver. Empeño inútil.

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