De verdad que hay momentos y situaciones en los que llegas a pensar que, para algunos, sobran los adversarios políticos y basta con los compañeros de Partido para autocondenarse al fracaso. El problema es que la vida de las personas y su bienestar, millones de presuntos votantes por compatibilidad o cercanía con las propuestas de unos, se ven frustradas y su voto inutilizado, no por el éxito de las ideas del de enfrente sino por la incapacidad, división, personalismos… de aquellos a quienes muchos se sienten próximos pero que, sin embargo, nadie piensa en ellos y anteponen su propia promoción y subsistencia política a los intereses generales de sus hipotéticos votantes y, por extensión, del progreso del país.

La historia demuestra que en las situaciones de crisis se producen fenómenos de polarización ideológica que agravan aún más los daños en todo tipo de relaciones y se establece en el Poder una tentación de permanencia, ausencia de autocrítica y realismo que incide de lleno en la calidad democrática de la vida ciudadana y un evidente deterioro de las Instituciones estatales, así como la ruptura de la separación de poderes.

Es, por ello, que solo la unidad, la fortaleza de alianzas lógicas y, sobre todo, el respeto a los votantes teóricos puede ser la vía de superación de las crisis y el contrapunto de las tendencias radicales y sectarias que pueden dominar la situación.

Y es que cuando se comprueba la degradación de la vida parlamentaria -cuantitativa, cualitativa y escasez de convocatorias- cuando se crean conflictos diplomáticos innecesarios que obligan a intervenir a los Tribunales, por cierto, sometidos a una presión política inaceptable; también, al comprobar con la subida de la luz el maniqueísmo en la visión de los problemas, según se esté en la Oposición o el Gobierno… y comprobamos la pérdida, por caducidad, de 70000 vacunas -¡ay! si sucediera en Andalucía, la que nos caería- para qué seguir.

Ante todo, eso, los señores del PP no tienen otra ocurrencia que enzarzarse en un debate interno sobre el control del partido en Madrid y que algunos, de la 'factoría central'" de egos muy por encima de la propia valía personal, interpretan como un enorme riesgo para el mantenimiento de su estatus individual.

Conclusión. En lugar del raciocinio, el diálogo y la fijación de posiciones, máxime cuando el viento sopla a favor, en el ámbito 'familiar', me transformo en 'escudero' doy un golpe de autoridad, acuso de corruptas a compañeras, minimizo el valor de la presencia en la Convención Nacional de la supuesta candidata… y creo un conflicto de relaciones internas para satisfacción de los adversarios al comprobar el parón demoscópico que genera el conflicto, además de pegarse un 'tiro en el pie' del que va a cotar recuperarse. Un inmenso error.

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