En el empercudido fangal en que se ha convertido el panorama político español tras la reciente campaña electoral por el gobierno de la Comunidad de Madrid, plagado de insultos, vejaciones, denuestos, injurias, amenazas, falsedades y acusaciones justas e injustas, no sé cómo pueden molestar a las filas izquierdistas y muchos socialistas de ahora, no los de la auténtica socialdemocracia, las declaraciones del ex presidente Felipe González. Ya en su día el nefasto e inepto Rodríguez Zapatero -negociador de no sé qué extraños asuntos con el dictador Maduro de Venezuela- , afirmó que "Sánchez debería desoír las críticas de Felipe González y Alfonso Guerra". No le fue a la zaga el que fuera su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, quien calificaba al ex presidente del Gobierno, Felipe González, de "abierto opositor" al Ejecutivo que preside "el secretario general del PSOE". Bien se ve que con ellos no va la crítica, como no lo fue cuando la expresaron socialistas tan calificados como el propio Alfonso Guerra, Joaquín Leguina, José Luis Corcuera, Francisco Vázquez -embajador en la Santa Sede- o el propio Alfredo Pérez Rubalcaba, entre otros.

Sólo hace unos días Felipe González se mostraba de nuevo contundente en sus expresivos reproches a la ejecutoria del actual Gobierno de Pedro Sánchez, en el avance de su podcastSintonías Infrecuentes, afirmando: "Cuando todo está mal, aparece ahí un tío y dice que todo está bien y que el futuro es cojonudo. Oiga, pero usted está viviendo la realidad de sufrimiento que estoy viviendo", refiriéndose también a la ausencia de liderazgo que ve en la política española: "desde el respeto institucional y la centralidad de gobernar para todos. La ausencia de voluntad de transversalidad, cuando más lo necesita, eso es evidente". No soy un apasionado exégeta del que fuera jefe del Ejecutivo desde 1982 a 1996, en una de las más brillantes gestiones desde el afortunado trasunto a la democracia en 1978, que él supo mantener con dignidad y diligencia, con sus luces y sus sombras. Por supuesto a años luz de los que le siguieron al mando de su partido, como hemos visto en los últimos tiempos.

Ante opiniones tan experimentadas como razonables no cabe ni la soberbia ni la falsa e impostada presunción moral de la que se jactan muchos socialistas actuales. La respuesta más elocuente la han tenido en la adversidad de las urnas madrileñas. Una contundente derrota que relega al partido al tercer puesto, superado por Más Madrid. Gran fracaso del candidato Gabilondo, pero sobre todo del presidente Sánchez, que asumió todo el protagonismo en la campaña. Impresentable el artículo del señor Tezanos, insultando a los madrileños llamándolos "tabernarios". Vergonzoso el discurso de mal perdedor del ministro Ábalos. Como el del otro gran derrotado, Pablo Iglesias, con su victimismo de siempre, sus mentiras, su odio patológico. El rastro penoso y estéril que ha dejado su paso por la política española.

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