Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Inés se desgañita

El error Rivera sólo se soluciona con la cesión sincera del voto afirmativo de los 10 diputados de Ciudadanos

Más allá del fervor de los colores, de la lealtad al equipo y de los chispazos de solidaridad ante las acusaciones de Rosa Díaz, no hay alegría socialista ante la formación de este Gobierno de coalición. Hay resignación, mucho temor por el futuro del PSOE y, al menos, la constatación de que ni el PP ni Ciudadanos han hecho nada por evitarlo. Es el único argumento.

A los diputados del PNV se les identificará porque visten camisas con chorreras, mocasines de terciopelo, relojes de acero sincronizados a la hora de Bermeo, txapelas de seda: ya no se puede tener más dinero, la Diputación foral de Vizcaya va a construir un túnel bajo la ría para unir las dos márgenes del Nervión, Getxo con Portugalete, la ribera roja y con la exquisita Neguri. El PNV consiguen cesiones por aburrimiento, sin bajarse del autobús. ¿Qué me falta?, se lamenta el niño rico en la noche de Reyes. Que la Guardia Civil se vaya de Navarra.

A diferencia del PNV, ERC nunca ha sido un partido de fiar. Habrá una mesa de negociación entre los dos gobiernos, de igual a igual, para acordar la reforma territorial de España y habrá referéndum de decisión en Cataluña. Torra y Puigdemont pueden estropearlo, también Marta Rovira y los republicanos más hiperventilados, pero el PNV, erigido en el Vaticano de este proceso, estará detrás, cuidando de las emociones, para que esto no se malogre, porque, tras lo de Cataluña, vendrá el nuevo estatuto de la Comunidad Autónoma Vasca.

Albert Rivera, cuyo partido nación precisamente para conjurar esta realidad, no volverá a la política, su error es de los que jalonarán la Historia de España. 180 diputados para sostener lo que hoy sería un Gobierno de centro, bendecido por la Unión Europea, admirado por los gobiernos sensatos como fórmula contra los populismos. Y con Rivera de vicepresidente.

Su sucesora, Inés Arrimadas, ha tenido otra oportunidad. Más complicada, más dolorosa, claro, pero ha debido sacrificarse. ¿Diez diputados a cambio de nada? ¿Para respaldar al matrimonio de Galapagar? Pues sí, a cambio de liberar a la España constitucional de sus liquidadores, de sus contrareformadores. Pero lejos de eso, Inés Arrimadas se desgañita con esa apelación viejuna a los barores, ignorante que desde lo de Susana Díaz no hay más baronía en el PSOE que la del PSC. No llame más, diez diputados bastan para desmontar la mesa catalana. Piénselo: ¿qué va a hacer en estos cuatro años? ¿Seguir gritando?

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