Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Inés y la Alegría

Todos nacemos para morir, pero Inés murió para nacer, el único ángel que se le escapó a Murillo

Inés y la Alegría. Como Almudena Grandes y yo cumplimos años el mismo día y soy tan madridista como su marido, me tomo la libertad de pedirle prestado el título del primero de sus galdosianos Episodios de una guerra interminable para contar una historia tan real como inverosímil y escalofriante. Sergio y sus tres hermanas esperaban en casa, junto al portal de Belén, la llegada de su madre. Mariángeles no venía sola y en la cuna del pesebre había que buscar un hueco más para esta Navidad. Todo indicaba que la madre de Sergio y sus hermanas iba a dar a luz al quinto vástago el mismo día de Nochebuena. La víspera saltaron las alarmas en el hospital. Los médicos le dijeron que el corazón de Inés había dejado de latir y la prepararon para la peor de las situaciones: esa niña había muerto en el vientre de su madre. Todos nacemos para morir, obviedad biológica, pero Inés murió para nacer. La madre pasó por el protocolo del parto, dio a luz a su bebé, le dio un abrazo de bienvenida que era un adiós y se dispuso a dar una de las mayores lecciones de fe y de fortaleza que uno ha conocido. Con la pena en las entrañas, debió pensar en el nombre de la más pequeña de sus hijas, Alegría, y fiel a sus convicciones intuyó que esa muerte era un signo de vida. El mismo día 24 le dieron el alta. El padre Óscar, el fraile dominico que iba a oficiar la misa del Gallo en el colegio de las Mercedarias donde estudian sus hijos, se presentó con cierto retraso por un malentendido. Eso le permitió a Mariángeles llegar a tiempo para consolar a quienes querían consolarla, reconfortar a los que querían darle fortaleza. Y escuchó una hermosa homilía en la que el sacerdote decía que la Navidad del recién nacido, curiosa paradoja, es sobre todo un mensaje de la fuerza imparable de la ternura. Alegría se quedó esperando a Inés, cuyas cenizas esparcirán sus padres por el Guadalquivir.

Mañana nace un nuevo año, bebé de tiempo, que como todos los años empezará llamándose Manuel, que significa en hebreo Dios está con nosotros. Esta Madre Coraje no quiso convertir la Nochebuena de sus hijos en una Otumba de lamentos porque Inés se había convertido con su estela de sonrisas en el único ángel que se le escapó a Murillo.

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