La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Indulto indigno y error grave(I)

Inaceptable, dice el Supremo: las penas son proporcionales al delito, el Gobierno corrige al TS y no se han arrepentido

Se acabaron los globos sonda y los preparativos para ganar el relato de este tiempo: el Gobierno se dispone a indultar a los independentistas catalanes condenados por sedición y malversación. Para sembrar concordia y reencuentro en el conflicto de Cataluña y desterrar la venganza y la revancha, dice Pedro Sánchez. El mismo que hace año y medio abogaba por el cumplimiento íntegro de las penas impuestas por el Tribunal Supremo a los golpistas después de "un proceso judicial ejemplar", según dijo también. Una vez más constatamos el carácter de la relación de Sánchez con la verdad: flexibilísima.

El indulto a los nueve líderes que se saltaron expresamente la Constitución y el Estatuto catalán para proclamar una república durante un ratito (por cierto, en consonancia con la gracia del indulto habrá que retirar la orden de extradición de Puigdemont, ¿no?) es en la práctica una revisión desde el Poder Ejecutivo de la sentencia sobre el procés dictada por el máximo órgano del Poder Judicial. Una enmienda a la totalidad bastante ilegítima.

Con razón el Tribunal Supremo considera que el indulto es "inaceptable". Porque con esa medida de gracia el Gobierno corrige la sentencia, porque las penas no fueron desproporcionadas a la gravedad de los delitos cometidos y porque la ley vigente sobre indultos exige pruebas o indicios de arrepentimiento del penado, y aquí hay todo lo contrario: voluntad de reincidir. El reiterado "lo volveríamos a hacer" no arroja duda alguna al respecto.

Ha sido una salida indigna al problema territorial más grave que padece España porque no es casualidad que la frágil coalición de gobierno entre PSOE y Podemos necesite de los votos soberanistas para tener estabilidad y agotar la legislatura. "Lo haría aunque tuviéramos 300 diputados", ha explicado Sánchez. Otra mentira. El indulto es también autoindulto: el Gobierno se indulta de su precariedad y su debilidad de nacimiento. Pero tampoco es de desdeñar la teoría de que Pedro no actúa así por mera ambición de poder, sino por su megalomanía: se cree sinceramente que él está llamado por la Historia a resolver un conflicto que, como el catalán, dura ya más de un siglo (igual que Zapatero presume de haber acabado, él solito, con ETA). Esto iría, pues, de narcisismo exacerbado.

El indulto que viene ya mismo, con los informes en contra del Supremo y de la Fiscalía, también es políticamente erróneo e inútil. Lo veremos mañana.

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