Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Incomprensión

A pesar de su fracaso periódico vuelven a intentar convencernos de que tienen razón y el resto se equivoca

Son ya muchos años. Tratan de dar lo mejor de sí mismos, pero no hay manera oiga. Ponen en marcha sesudos procesos de selección, una campaña de marketing machacona y una pesadez extrema en recordarnos que son los mejores, que este año sí, que esta vez se harán entender y no hay forma. Siempre se vuelven con el rabo -con perdón- entre las piernas y con la eterna sensación de que no hay nada que hacer.

Cuando ellos van por un sitio, parece que las cosas marchan por otro, como el recluta que jamás irá con el paso como el resto de la compañía o el adolescente con un maestro con manía persecutoria. Días previos a la cita, los responsables de prensa aseguran que es lo mejor que puede pasarnos, que tienen la solución, una varita mágica eterna con la que todos nuestros desvelos pasarán a mejor vida, que esta vez sí, que se trata de algo diferente, aunque saben que siempre es igual.

Llamadas de teléfono, mensajes, quejas ante una mala crítica, nervios que no se entienden, redes sociales que echan humo, cabreos de segundones, propaganda por todas partes, todo a su servicio. Orwell se quedaba corto; son omnipresentes y aunque a la mayoría nos harte, su insistencia no parece conocer límites. Lo intentan todo, salen a ganar, a ganarnos no importa el camino elegido. Además nos cuestan una pasta que no tenemos, al menos para eso. En medio de tantas necesidades, cuando parece que no alcanza para nada, el dispendio no conoce límites; nadie se pone a pensar si merece la pena. De escenario en escenario, de programa en programa, la cantinela se vuelve a repetir, los nervios alcanzan cotas histéricas, de ellos, de sus equipos, hacia los medios, los periodistas que tenemos a culpa de todo por no haber sabido entender el mensaje, ese mensaje que suena a lo de siempre, gastado de tanto usarlo y vacío de contenido.

Una nueva cita, una nueva fiesta democrática en la que los votos desgranan una a una las virtudes que les adornan, aquellas que jamás les contentarán porque ellos aspiran a más, al olimpo de los ganadores, a entrar en la historia, a saber que ellos no se equivocan nunca. Somos muchos los que hemos renunciado hace tiempo a tomar partido por semejante y soberana porquería como la que nos venden periódicamente. No hay caso, volverán a intentarlo, una y otra vez y volverán a fracasar, mediocres al poder.

Por cierto, esto va de Eurovisión. De las elecciones municipales hablaré la semana que viene. O no.

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