Con temas que dicen tan acuciantes como el conflicto de los nacionalistas catalanes, una anunciada reforma constitucional, un pretendido nuevo modelo de Estado, financiación territorial, revisión fiscal y cualquier otra invención que pueda surgir entre tanta incertidumbre, contamos con un Gobierno que se mueve por estímulos compulsivos, vacío de proyectos para el país, dispuesto a pactar con cualquier partido -léase Podemos o independentistas- que ampare su mandato; propicio a la improvisación u ocurrencia más inmediata, dado a la promulgación de argumentos superfluos que enmascaren la auténtica realidad de España, inclinado a desafiar la separación de poderes con tal de favorecer sus intereses, pródigo en golpes de efecto de rápido impacto en ciudadanos fácilmente impresionables con claras intenciones electoralistas -si es que hay elecciones algún día como prometió el presidente, roto, parece, el compromiso con las urnas- y cierta propensión al oportunismo, los tics reaccionarios y al decretazo, que es lo que se tiene más a mano cuando se está en minoría en el Congreso.

Tras la desconcertante y vergonzosa elección de los jueces del Supremo y el Consejo General del Poder Judicial, la confusión y la incertidumbre aumentan. Resulta llamativo que Felipe González dijera en el Foro América que "hay un deterioro de lo que conquistamos hace algún tiempo", cuando los socialistas presumían de haber enterrado a Montesquieu, es decir, la separación de poderes. Hay que darle la razón en que "se está fragilizando la institucionalidad" o que se "debilita el tramado institucional de la democracia representativa contra los planteamientos asamblearios incentivados por los populistas". Y es evidente también que los actuales gobernantes (de su partido) se inventan problemas para eludir los conflictos reales. Que "cuestionar los elementos esenciales de la democracia liberal no es sustituirlos por algo mejor sino por algo peor " y que "están ganando terreno los liquidacionistas que pretenden un nuevo proceso constituyente". Aludió también a temores vigentes: "Hay quien gana con los votos y gobierna con las botas", lo cual nos plantea el "riesgo de caer en manos de caudillos que se transforman en tiranos".

Y en este alborotado tumulto electoral, en el que siempre ganan los mismos -¡así le va a esta tierra!-, puede parecer inoportuno citar la opinión de un banquero -con la mala prensa que tienen-, pero el poder de los bancos es ineludible, mal que les pese a muchos. Es la de José Mª Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca (AEB), quien dijo: "No hay que dramatizar, pero cuanto antes se despeje la incertidumbre, mucho mejor". Sobre todo cuando, asegura, que a pesar de la recuperación española, la preocupación empieza a adueñarse del ánimo de los inversores.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios