En el amplio capítulo de preocupaciones de los españoles, donde hay algunas urgencias acuciantes, angustiosas y entre ellas últimamente una tan importante para las economías domésticas como la factura y el precio abusivo de la energía eléctrica, la luz, en el lenguaje popular (no habría más que bajar el IVA, como otros países, para abaratar tan excesivo coste), tal vez no adquiera su mayor gravedad un asunto que absorbe la actualidad política más apremiante: los indultos en los que el presidente, Pedro Sánchez, está empeñado para liberar de la cárcel a los golpistas catalanes condenados por su fugaz proclamación de la independencia en octubre de 2017. Sin embargo hemos podido conocer encuestas que hablan de un 71,2% que se manifiesta contra la decisión, incluso se ha sabido que un 67,8% de quienes dieron su apoyo al presidente en las últimas elecciones rechazan tan desdichada determinación, que para la mayoría no es más que una medida para seguir contando con el apoyo nacionalista y mantenerse en la Moncloa.

Si fuéramos capaces de desmentir lo que nuestro insigne poeta Rafael Guillén, uno de los últimos de la generación de los 50, que afirmaba en una de esas valiosas entrevistas que se publican en la contraportada de nuestro periódico: "ya dije en una entrevista que la humanidad no tiene dos dedos de luces", todos defenderíamos la contundente respuesta del Tribunal Supremo y la Fiscalía al atropello de los indultos: "Inaceptables" rechazando: "por unanimidad conceder un indulto total o parcial a los dirigentes secesionistas condenados por sedición, malversación o desobediencia, al no apreciar razones de justicia, equidad y utilidad pública que justificaran la concesión de la medida de gracia". Los magistrados consideran que las penas son proporcionadas y constatan que "no hay la más mínima prueba o el más débil indicio de arrepentimiento" y que los argumentos en los que se basan las peticiones "desenfocan el sentido del indulto porque dibujan una responsabilidad penal colectiva y, además, pretenden que el Gobierno corrija la sentencia dictada por el Tribunal Supremo". Para cualquier español, informado, sea cual sea su ideología, bastaría esta declaración para acabar con esas pretensiones nacionalistas que tratan de dinamitar perversamente el orden constitucional prostituyendo vilmente los principios del ordenamiento jurídico. No es venganza como arteramente se ha dicho por parte de estos insaciables separatistas, es justicia. Y no volvamos a enarbolar nuevamente el espantajo del fascismo y otras patrañas que tanto propalan independentistas como quienes les sostienen y apoyan, incluido el propio gobierno y sus palmeros. Mucho menos culpar al PP del "desafío secesionista", otra falacia del inepto ministro Ábalos. Tan descabellado como hablar de "venganza" y de "revancha", cuando lo que hay que aplicar es la justicia que tanto merecen estos inaceptables golpistas. La "concordia" está en el cumplimiento de la Constitución.

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