Juanma G. Anes
Tú, yo, Caín y Abel
Los afanes
Nicolás Maduro es un tirano, un dictador de otro tiempo. Un ser deleznable que no tiene cabida en nuestro siglo, ni en nuestra sociedad, ni en nuestro pensamiento. Un individuo que utiliza un lenguaje paleolítico y miserable, y al que el pueblo aplaude por miedo y por hambre. Es un inmaduro. Pero nuestro tiempo está repleto de inmaduros, de personas que nunca deberían haber aparecido. La sociedad avanza y los inmaduros van poniendo trabas al desarrollo.
Ahora recuerdo el No-Do, esos Noticiarios y Documentales que buscaban la propaganda política y que nunca acercaban a la verdad, tan sólo a la mentira que querían que nos entrara por los ojos. Esos documentales estaban repletos de inmaduros. Como el cónsul español en Washington (EEUU), Enrique Sardà Valls, un inmaduro que se burló de los andaluces y ha sido destituido. Qué poco espíritu diplomático para un miembro del cuerpo diplomático. Y hay más inmaduros: Puigdemont y Junqueras (empeñados en separar un territorio y sus habitantes de un país), Trump (inmaduro de Twitter), Pedro Sánchez (inmaduro plurinacional), los tertulianos de las televisiones (inmaduros de culebrones creados por ellos mismos), inmaduros machistas (cobardes creadores de la violencia de género)…
Otro inmaduro popular es Cristiano Ronaldo. Escuchando sus últimas declaraciones a uno le entran ganas de responderle y de decirle que él no es el más rico (la riqueza no se mide en dinero), ni el más guapo (la belleza verdadera siempre está en el interior de las personas), ni siquiera el mejor jugador (hay que ser humilde). Cansa Ronaldo. Si es cierto eso que dicen del espíritu del Real Madrid, Ronaldo sobra del club, no da ejemplo, provoca desencanto. La grandeza de una persona se mide exclusivamente por su humildad y su bondad. Lo demás es efímero.
Nicolás Maduro será condenado por crímenes contra la humanidad, por sus nefastas acciones y por sus hechos viles, por los asesinatos de inocentes y por dejar caer en la miseria a un pueblo rico de espíritu. De ello no me cabe la menor duda, ya que todo cobarde y miserable acaba rindiendo cuentas. Las sanciones impuestas por EEUU y que le prohíben viajar a ese país las va a sentir en sus actos (aunque diga lo contrario), no va a poder acudir, como a él le gusta, a la Quinta Avenida de Nueva York a consumir despiadamente mientras su pueblo no dispone de alimentos, ni de medicinas. Son las cosas que ocurren un verano mientras gobiernan los inmaduros.
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