Importa la memoria

Tenemos derecho a que la convivencia no se degrade y a que todas las víctimas tengan el mismo tratamiento

Y a quién le importa eso de la memoria histórica?" Esta pregunta la lanzó Mariano Rajoy en un mitin celebrado en Huelva, hace ya muchos años, cuando todavía él ni era presidente. Su argumento era que había que hacer política sobre las cosas que afectaban a la gente normal, mirar hacia el futuro, y que si le preguntaban a alguien de 18 años qué era eso de la República o Franco no sabría qué contestar. Aunque sobre esto último disiento rotundamente, sí me parece pertinente hacerme la pregunta de Rajoy en esa perla de hemeroteca, porque soy "gente normal". Una persona preocupada por cuestiones cotidianas e invisibles, como todos mis vecinos, y también por las líneas que dibujan el mapa de las aspiraciones colectivas: el trabajo de los jóvenes, la conservación del planeta, la convivencia en los barrios, la igualdad… en fin, esas cosas normales y corrientes que pueblan las conversaciones de la gente normal y corriente.

¿En qué me afecta, entonces, "eso de la memoria", ese asunto sin interés, según la opinión de Don Mariano y de las formaciones políticas que han votado en contra de la Ley de Memoria Democrática en el Congreso? Yo no tengo razones personales para desear que esta Ley salga adelante: nadie de mi familia yace en una cuneta anónima, ninguno de mis abuelos pasó por la cárcel ni fue represaliado. Pero sé que arrojar luz sobre la historia, reivindicar la verdad, investigar y juzgar los delitos cometidos y reparar a las víctimas, son derechos que tengo como ciudadana. Tengo -tenemos- derecho a que la impunidad no sea el desigual rasero por el que se nos mide, a que la convivencia no se vea degradada, a que todas las víctimas tengan el mismo tratamiento. Tenemos derecho a que la mentira no sea la arcilla que amasa el pasado, porque si es así el edificio del presente y los proyectos del futuro se vendrán irremediablemente abajo. O quizás ya han empezado a desplomarse.

La debilidad de las políticas de memoria en este país ha supuesto que los crímenes del franquismo no se hayan investigado, ni los verdugos llevados a juicio, ni las víctimas rehabilitadas. Y aunque, para muchas asociaciones de defensa de los DDHH, esta Ley es un cierre en falso, entiendo que, con todas sus limitaciones, también es una Ley necesaria. Recuperar la memoria no solo significa frenar el olvido del pasado, sino combatir la indiferencia en el presente. Y eso, señor Rajoy, es lo que verdaderamente importa.

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