La otra orilla

Víctor Rodríguez

Huelva salvaje

Huelva es salvaje y tiene pocos términos medios, hay mucha pobre y grandes capitales, poca clase media

Aunque no tengamos supuestas panteras, como en Granada, ni cocodrilos, como en Valladolid, todo mentira, pura exageración en busca de notoriedad y entretenimiento, aquí tenemos un Wild Welva que nos trae esa rabia y ternura, esa naturaleza tan maltratada como salvaje, tan cercana como lejana que tenemos en esta tierra tan vapuleada. Wild Welva refleja nuestra verdad, desconchones no le faltan, ni cabezos abandonados, ni supuestos edificios emblemáticos que se caen, para buscar sus guaridas y sus utopías.

En estos tiempos del ¡qué mal todo! ¿no?, es mucho más fácil volver la vista y fijarse en otras miradas, acaso más trascendentes o simplemente más importantes, dado que ahora ya no interesa tanto el precio del mercado inmobiliario, ni el de los cruceros o viajes en avión a Amsterdam, el chollo ahora es simplemente vivir, no comprar barato.

Huelva es salvaje y tiene pocos términos medios, hay mucha pobreza y grandes capitales, poca clase media. Una gran catástrofe ambiental en forma de fosfoyesos y mucha superficie protegida natural. Los incendios son devastadores, la mayor superficie forestal de Andalucía y la más manoseada con el mercadeo de la celulosa. Carreteras colapsadas y carreteras abandonadas. Parece como si de verdad esta fuera la selva y los conquistadores hubieran llegado a usurpar, explotar sus riquezas y dejarla abandonada al término del negocio, ante la indolencia de sus legítimos propietarios que, sin interés ni conocimiento, no pudieran o supieran defender mejores condiciones.¿Acaso no viene ocurriendo desde los tartessos, romanos, árabes, castellanos, ingleses, multinacionales?

En medio de la decrepitud y el caos, no todo es indolencia y televisión: Wild Welva, Manomatic, Otoño Cultural Iberoamericano, hasta los chavales que pintaron el cubo del Parque Moret con los píxeles de Mario Bros, me animan a seguir viviendo aquí, son un bálsamo para el espíritu, como el león que pace con el cordero en la ruina de la calle San Sebastián, como vaticinó la profecía de Isaías. ¿Acaso lo que estamos viviendo no se parece a la Apocalipsis? Aprovechemos los espacios vacíos y el desinterés de los que mandan, y pintemos las calles, con lo que a cada uno le salga de dentro. Sintamos, amemos y vivamos como si todo se fuera a acabar, ahora que parece que todo se va a acabar. Expresar la rabia y la ternura nunca estuvo tan justificado.

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