Alfonso Vargas

A Huelva se le ha apagado la luz

Los hechos recientes con relación a empresas industriales señeras durante décadas y las frías cifras (del desempleo, de la evolución del turismo, etc.) muestran que la economía provincial va contra corriente: sigue cayendo cada vez más peligrosamente, sin verse arrastrada por el tímido ciclo alcista que se ha iniciado a nivel andaluz y español. Veremos hasta donde llega esa recuperación (no soy muy optimista al respecto), pero hoy por hoy la realidad es esa: el oro rojo de la fresa ya no es lo que era (aunque otras berries se abren paso con éxito en los mercados internacionales), la industria agroalimentaria (con la introducción de los productos de cuarta y quinta gama) no arranca, la pesca es cada vez más residual, la industria química básica y actividades complementarias sigue contrayéndose y cerrando factorías (con el problema eterno de los fosfoyesos sin resolver), el ajuste en el sistema financiero no ha tocado fondo, el turismo retrocede mientras experimenta un boom espectacular en Andalucía y España en su conjunto, el comercio pasa por dificultades enormes ante la falta de capacidad de compra que trae consigo todo lo anterior, el Parque Científico y Tecnológico está en la UCI y el Parque Huelva Empresarial no ha cumplido ni mucho menos con sus expectativas. La única esperanza tangible de reactivación viene de la minería (lo demás está por ver), después de muchas zozobras y dilaciones, que hemos de gestionar con inteligencia para que no se convierta, otra vez, en un monocultivo con fechas de caducidad, sino en un foco que irradie diversificación.

En suma, ¿de qué vamos a vivir en el futuro? Los jóvenes más preparados y dispuestos a salir de su zona de confort se marchan fuera, siendo que esta convicción y disposición las noto más día a día en los universitarios con los que me tengo el privilegio de trabajar. O sea, que además de todo lo anterior, el talento se nos está yendo por incapacidad de ofrecer unas razonables expectativas de desarrollo profesional. La brecha entre la Huelva oficial y la Huelva real es enorme, y el círculo vicioso se retroalimenta.

Y no salimos de las promesas incumplidas y los mantras de siempre, con las carencias de infraestructuras de transporte y comunicaciones como principal exponente: la búsqueda del enemigo exterior como barrera al aprendizaje (sin un atisbo de autocrítica) es un fenómeno bien estudiado. No digo que no sean justas estas reivindicaciones, sino que mientras se materializan o no (más bien será que no o muy tarde por nuestra falta de peso político allí donde se toman las decisiones importantes) hemos de hacer algo para salir de la depresión y parar la sangría que padecemos.

Para ello, necesitamos de nuevas voces, de nuevas conversaciones, de nuevas perspectivas, de nuevas pasiones, de experimentar nuevas alternativas. ¿No tiene la impresión, estimado lector que siempre son los mismos, hablando de lo mismo, dando vueltas a lo mismo, con los mismos mensajes y sin progresar nada? Hemos de romper ese círculo estéril para inyectar aire fresco, nuevas ideas, nuevos bríos, y eso pasa por la renovación, que bien hecha no significa despreciar la experiencia, bien al contrario.

No quisiera terminar sin una referencia al turismo, que es el tema de futuro que más me ocupa. Ahí el símil del apagón de luz es aún más palpable, porque hasta nos hemos quedado sin marca turística que nos identifique y, por tanto, nos ayude a diferenciarnos en un mercado hipercompetitivo: Huelva la luz, la luz de tantas cosas tal y como fue concebida, ya pasó a la historia. Quienes tienen la responsabilidad de promocionar así lo han decidido. Y he de reconocer que me equivoqué en mi vaticinio sobre 2014: pensaba que la corriente nos iba a arrastrar y que éste sería un mejor año, pero no lo será, y como onubense lo lamento.

Mis estudios indican que el futuro pasa por realizar cambios en la trama relacional del turismo provincial, con idea de mejorar las dinámicas del mismo. Así, el patrón de conectividad, el modelo de organización y de funcionamiento de nuestro sistema turístico habría de ser sustancialmente alterado.

Aparte de lo que reiteradamente se demanda desde el sector, es decir, de la mejora de su accesibilidad y movilidad interna (infraestructuras de transporte y comunicaciones) y de un esfuerzo comercial mayor, cabe añadir otras medidas que vendrían a revitalizar el sector, sobre todo poner en marcha un ente gestor del destino que, aun incluyéndola, trascienda la mera promoción y que, como parte de su misión, lleve a cabo las actuaciones que se desgranan a continuación, con el apoyo de un Centro de Estrategia Turística que, desde la investigación científica, daría respuesta a las necesidades de estudio e información que en cada momento se requieran. Las resumimos en cuatro pilares:

1.- Una estrategia explícita a largo plazo, sabiendo lo que buscamos y por qué y para qué actuamos en un determinado sentido. Repensar lo que venimos haciendo a la luz de nuestra realidad particular y de las tendencias que marcan el turismo contemporáneo. Planificar, alejándonos de los impulsos asistemáticos.

2.- Capacidad de organización para ejecutar y revisar periódicamente la hoja de ruta trazada, así como coordinar los esfuerzos de los actores implicados.

3.- Una actitud proactiva para inocular en los agentes del sector pautas de actuación fundamentales para incrementar nuestra competitividad (como el trabajo colaborativo, la inteligencia competitiva a partir de la monitorización de los mercados, la innovación en un sentido amplio -no sólo tecnológico-, etc.).

4.- Un apoyo permanente en los agentes del conocimiento.

Visto desde fuera, todo esto transmitiría una imagen de destino serio, organizado y que sabe lo que quiere; eso ayudaría a convencer a que inversores potenciales terminen siendo inversores reales, a que las potencialidades se transformen, progresivamente, en realidades; esas que generan empleo y mayor bienestar.

Pero todo esto, ahora, es inexistente (o casi). Y es ahí donde encontraremos respuestas a preguntas como: ¿qué nos está pasando?; ¿por qué no terminamos de arrancar, si tenemos mimbres para hacer un buen y competitivo cesto?

Hacer promoción sin gestionar el destino seguirá significando que cuanto mayor sea ese esfuerzo promocional más fuerte será el boomerang que se nos vuelve en contra, porque las expectativas de quien nos visita se verán defraudadas. ¿Tan difícil es entender esto?

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