Honestidad, rigor, trabajo

Una fórmula muy usual de ejercer las medias verdades es tomar la parte por el todo

En estos tiempos en los que es más fácil difundir la mentira hasta convertirla en argumento veraz -modernamente, fake news- resulta que los "trileros", los "vendedores de humo", los "brindis al sol"… se terminan imponiendo sobre la auténtica realidad y cuando alguien pretende racionalizar las situaciones, intenta reflexionar o consensuar, es automáticamente demonizado, descalificado e incluso insultado, sabedores del dominio momentáneo que tienen de la situación los demagogos. El problema real acaba siendo que cuando las cosas se aclaran y la verdad se impone o el tiempo coloca las cosas en su sitio, los daños previos ya se han producido y los tramposos rentabilizaron los beneficios de su falsedad sin que haya restitución de los daños producidos a terceros.

Esto, que cada vez es más común, en la vida política resulta trascendente porque suele traducirse en votos que van a condicionar el futuro de millones de ciudadanos. Una fórmula muy usual de ejercer las medias verdades es tomar la parte por el todo. Sirva de ejemplo la enorme torpeza de Tejerina con su valoración de la educación en Andalucía. Ha cometido -ella, que juega al tenis- una doble falta. La primera, personalizar su crítica de un modelo, en personas -niños, en este caso- y segundo, por aludir al informe Pisa en un desconocimiento rotundo de la cuestión, porque no están incluidas en este caso las edades que ella referenciaba. Rechazo, pues, y necesidad de disculparse por pontificar sin saber, que es una manera de ofender. Pero claro, y vuelvo a lo de la parte del todo, de inmediato Susana Díaz aprovecha la coyuntura y en su pretendida defensa frente a Tejerina, ella se convierte, a sí misma, en Andalucía. Actitud ésta muy común en los políticos de nuestro ámbito territorial.

Otro ejemplo podría ser la desmemoria del presidente Sánchez. Su acusación de deslealtad por pedir trato igualitario en la cuestión presupuestaria, resulta sarcástica. Hablar de lealtad cuando se tuvo paralizada la actividad política muchos meses con el "No, es No" en una falta de aceptación del resultado electoral parece irrisorio. Pedir lealtad, cuando se rompe el pacto constitucionalista para acceder -vía moción de censura, legítima sin duda- al poder en una acción de promoción personal, casi exclusiva, como los hechos van denotando, llega a parecer frívolo.

En definitiva, volvemos al sentido institucional del otro día y apelamos a la honestidad, el rigor y trabajar por el interés general.

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