Cuando pasen estas fechas en las que Huelva honra a su Patrona, volveremos a la tranquilidad amenazada que estamos viviendo en este año que, desgraciadamente, pasará a la historia. Siempre he creído que septiembre es un mes maravilloso para la costa onubense, su clima perfecto, la brisa fresca de la madrugada, la vuelta a coger una sutil prenda que nos abrigue de la humedad que anuncia que el verano se va.

Punta Umbría, la playa de Huelva, aunque hoy le acompaña esa otra del Espigón, es sitio ideal para disfrutar con su presente y soñar con su pasado virgen y único.

El pasado domingo, cumpliendo mis deberes religiosos, pensaba en la explanada de la capilla de Lourdes, de la preciosa y bucólica estampa, llena de devoción, donde centenares de personas acuden semanalmente a la misa de nueve de la tarde, de la belleza y paz de espíritu que siempre encontramos oyendo las homilías dominicales.

En estos últimos años he tenido la suerte y el privilegio de que las mismas, eran dadas por nuestro actual vicario general de la diócesis, Francisco Echevarría. Homilías llenas de contenido, profundas y sencillas, la palabra de Dios expresada con claridad, de forma elegante y llegando a todos en su contenido evangélico.

Y en esa pausa, esperada antes del santo sacrificio, pensaba en aquellos sacerdotes amigos que inundaban con maestría la predicación de precepto.

Muchos que vivieron décadas pasadas, recordaran aquellas homilía del jesuita Agustín Castro Merello, poético orador que nos maravillaba cada domingo, como Borja Medina, también S.J. como José García, el inolvidable 'cura Pepe' para todo el pueblo puntaumbrieño, y así seguiría recordando a tantos que nos ofrecieron el bien de la palabra con tanto acierto, al igual que finalizando los añosa sesenta nos sorprendía el verbo cálido paternal de nuestro obispo García Lahiguera, en la parte trasera del templo, al aire libre, frente al publico sentado en la arena, cual estampa evangélica de vida de Jesús.

Quisiera dar las gracias, ahora en las postrimerías veraniega del año de la pandemia, a Paco Echevarría, por su entrega y magnifica preparación como en aquellas charlas bíblicas, después de la misa y su espejo de amor y sacrificio por esa obra de Naim, compartida con José García, en un raudal de caridad y generosidad, en favor de la juventud atenazada por la droga.

Recuerdos de años vacacionales y de hombres entregados a su sentido vocacional.

Todos estos momentos vividos en el sosiego de la playa, nos sirven de soporte para dejar grabado bajo el cielo de Punta Umbría, ese reflejo de la historia de un pueblo, cubierto por el manto carmelitano de la Patrona de los marineros.

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