Se ha dicho y repetido hasta la saciedad que la juventud actual es la más preparada de la historia. Sin embargo la contestación a una de las preguntas que se le formulaban en una entrevista publicada en la contraportada de nuestro periódico, nos dejaba sorprendidos, absolutamente anonadados, abrumadoramente desconcertados. Se le cuestionaba al catedrático de Literatura de la Universidad de Cádiz, Alberto Romero Ferrer, sobre el conocimiento de la época franquista de los universitarios actuales. Contestaba: "Por mucho que pueda sorprender hay quienes no son capaces de ubicar exactamente a Franco". Y añadía que preguntaban: "¿Alguien o algo del siglo pasado?". ¡Inconcebible!

Si alguien de trascendencia tan inmediata como nuestro más reciente pasado, sobre el que muchos quieren volver, no sólo por razones puramente históricas, circunstanciales o de referencia inevitable, se desconoce por un universitario de hoy, es obvio que los conocimientos de nuestra Historia se hunden en el vacío de la ignorancia de tantos y tantos alumnos universitarios de nuestro tiempo, como en ciertos casos se ha podido demostrar. Insisto: si no ubican al citado personaje y su circunstancia y las consecuencias que su acción tuvo para la España de ¡sólo! poco más de 80 años atrás, cabe preguntarse qué saben nuestros jóvenes estudiantes de la debatida y cruel Guerra Civil, la II República (1931-1939), la Dictadura de Primo de Rivera, la Restauración borbónica, la efímera I República (febrero de 1873, diciembre de 1874), las Cortes de Cádiz, el absolutismo, la Independencia y las cruentas batallas contra la invasión napoleónica… Podría seguir hasta la noche de los tiempos, incluso, si quieren, pasando por la dinastía de los Omeya y su influencia en la dominación musulmana.

En casa estaban, entre otros libros, Los episodios nacionales, de Pérez Galdós, que yo devoré en mi más infantil adolescencia. Fue el mejor estimulante para indagar en la Historia. Después vendrían Mesonero Romanos, Sánchez Albornoz, Tuñón de Lara, Carande, Domínguez Ortiz pero también Barea, Vidarte, Chaves Nogales, Hemimgway, Dos Passos y el propio Manuel Azaña. La Historia como crónica o como novela y los hispanistas, desde prismas bien diferenciados y clarividentes; Brenan, Jackson, Thomas, Preston, Payne, Malraux… Un bagaje inagotable de conocimientos, vivencias, experiencias y emociones que permiten dimensionar ponderadamente la Historia, asumirla y sensibilizarla en sus justas proporciones. El profesor Romero Ferrer concluía con una frase muy reveladora: "Diferente es mi experiencia con alumnos de las universidades norteamericanas que tienen más conciencia política y saben, para mi sorpresa, quién es perfectamente Franco". Ese es el problema: la falta de conciencia política de tantos españoles y especialmente de muchos universitarios. Y por supuesto conocimientos históricos que nos deparen experiencias y perspectivas más maduras y eficientes.

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