Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

Historia y memoria

El antifranquismo de la actual izquierda es tan eficaz como podría serlo la oposición a la ocupación romana

Los hechos históricos son indubitables. Ocurrieron. Y pueden datarse y localizarse, en muchos casos, con la precisión de un relojero. Pero sus causas, consecuencias y hasta el mero desarrollo de los mismos es interpretable. Y lo es desde diversos puntos de vista; no se lee igual la historia si el enfoque que damos a su análisis es social, jurídico, laboral, económico o artístico entre otros muchos. Y de ese enfoque dependerá su valoración que, además, no ha de ser única sino complementaria a las demás. Esa y no otra es la labor de los historiadores. Investigar metódicamente, examinar los hechos, aportar las pruebas documentales que soportan su interpretación y ofrecer al lector y a la sociedad en pleno toda la información posible, no exenta del tamiz de las propias ideas -pues no analizará igual la Revolución industrial un liberal que un socialista o un conservador que un marxista- pero en una interpretación honrada y sujeta a la crítica de los demás. Porque la historia no es monolítica. No olvidemos que la mayoría de los estudiosos de su época creyeron que las pinturas de Altamira eran un engaño hasta que comenzaron a descubrirse otras similares, sobre todo en el mediodía francés.

Querer reescribir la historia y hacerlo a gusto no es nuevo. Recordemos aquella escena de El tercer hombre en la que Harry Lime (Orson Welles) conversa con su amigo Holly Martins (Joseph Cotten) divisando desde la noria de Prater una Viena asolada por la guerra. En ese momento, Lime sonríe irónicamente y comenta: "Italia, durante treinta años, bajo los Borgia, tuvo guerras, terror, asesinatos y derramamiento de sangre, pero dio a Miguel Ángel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza tuvieron amor fraternal, quinientos años de democracia y paz. ¿Y qué produjo? ¡El reloj de cuco!".

Ese mismo cinismo, aunque aún más pedestre es el que se pretende introducir con la revanchista e inútil enmienda de PSOE y Unidas Podemos a la Ley de Memoria Democrática, que sólo intenta derruir el edificio constitucional que se abrió con la Ley de Amnistía de 1977, apoyado por toda la izquierda que, esa sí, se había enfrentado a la dictadura. El antifranquismo de la actual izquierda es tan eficaz como podría serlo la oposición a la ocupación romana. Pero oculta una inadmisible tentación antidemocrática y totalitaria, la de imponer su visión de la historia de España que niega la libertad de interpretarla de otro modo.

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