En estos tiempos de infomedia que le piden, a veces a uno, el aislamiento - sin abandonar la lógica y la prudencia que impone al situación de pandemia - máxime, cuando la actividad cotidiana de la política se mueven entre el engaño, la mentira, la falta de respeto, que tantas veces hemos pedido, para los ciudadanos y su inteligencia, pero con el factor añadido del dominio de la propaganda gubernamental sobre la gestión y la toma de decisiones.

Es en ese contexto en el que, creo, se enmarca la reunión de Sánchez y Ayuso. Ciertamente, el desarrollo de los acontecimientos desde el grandilocuente: "Hemos derrotado al virus", hacían presagiar que algo así acabaría sucediendo porque la famosa cogobernanza no es más que el camuflaje de un presidencialismo paternalista que así se blindaba ante cualquier petición de responsabilidad. A ello, se añade la poca concreción de lo acordado y la manida estrategia de la unidad y la implicación, mientras los "voceros y voceras", Simancas, Lastra, Ábalos… invitan a la crítica y protestas en las calles o la apelación a la lucha de clases del ínclito Echenique. Sin discutirle la legitimidad, el argentino, me recuerda la época de los oriundos futbolísticos, les interesaba tanto España que podían afirmar que su bisabuelo había nacido en Celta u Osasuna, así tenemos el escenario completo para el interés de la moción de censura contra Ayuso, cuyo asesoramiento, parece que sale de la "factoría" Redondo.

Pero, sin duda, el clímax político no se alcanzará hasta el día que Sánchez sea capaz de demostrar que dice una verdad que no sea impuesta por su propia supervivencia y que, lógicamente, no sea desmentida por la rotundidad de las hemerotecas.

La verdad es, que la casuística de situaciones esperpénticas, que lo acerca a uno al hastío, por no ser más explícito y decir asco. Cuesta entender que los copartícipes en la decisión de un confinamiento total de características pseudomedievales, ahora discutan restricciones urbanas y lleguen a asegurar que el papel de las FFAA, en situaciones críticas no es esencial. Sin embargo, movilizo a las gentes de los barrios, que viven ahora y en marzo en 60 metros cuadrados, mientras yo lo hago en una mansión, protegido o en el barrio de Salamanca. Vergonzante.

Pues bien, el hastío, culmina con dos circunstancias -¿conectadas?- no lo sé, juzguen ustedes. La ausencia del Rey en la entrega, en Barcelona, de nombramientos a las nuevas hornadas de jueces. Transparencia absoluta. Lo otro, el camino de inicio del indulto a independentistas que, me parece, tiene truco. La reforma del Código Penal está pendiente, con lo que sí se hace en tiempo y forma, se les aplica a los rebeldes - sediciosos - en la medida adecuada y ya no se aplica una ley cuasi feudal, el Gobierno no necesita indultar, no desmiente la sentencia del Supremo y se pueden obviar premisas: arrepentimiento y rechazo social superado. Como esto último es dudoso, por eso, y todo lo anterior, se produce el hastío.

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