Hartura de la pandemia

El hartazgo no es sólo por las medidas de seguridad sino también por la incertidumbre y la crisis

Me dicen que hay gente que está harta de la Covid-19. ¿Y quién no? En lo que va de año, cualquier medio, sea del tipo que sea, no para de hablar de contagios, de la enfermedad y de todas sus repercusiones. Nos inundan esas noticias. Cierto y declaro que por mi parte también lo estoy. Pero ¿qué hacemos? ¿Desenvolvernos como si nada? ¿Quemamos las mascarillas, nos reunimos sin más, nos abrazamos y lo que haga falta? ¿Llevamos vida normal? Eso no haría más que alargar el tiempo del problema que tenemos encima. Otra cosa, es que asumiéramos que estamos librando una guerra -como nos lo pintaban al principio de la declaración del estado de alarma- y que, por consiguiente, habrá heridos y muertos, como sucede en las que se libran entre un ejército contra otro, valorándose como lo importante que el resultado final sea la victoria, aunque solo la disfrutarían los que tengan la suerte de sobrevivir. Por supuesto, esto último es moralmente rechazable; sin embargo, hay quienes se comportan con esta perspectiva, con la asunción optimista de que a ellos están y estarán a salvo. El hartazgo no viene únicamente por las restricciones y exigencias de las medidas de seguridad en materia de salud sino, más bien, porque vienen acompañadas de incertidumbre e inestabilidad políticas, y de crisis económica. Sin ellas, las primeras incluso serían hasta más llevaderas. En definitiva, es una agudización grave de una realidad preocupante que cada vez se hace más líquida, como señaló, Zygmunt Bauman. El caso de España es un buen ejemplo de las causas de esta hartura. Innegablemente hay un gobierno, pero cabe preguntarse ¿qué gobierno? Pues uno en el que, entre otras cosas, sus ministros se contradicen públicamente; en el que uno de los que ostenta una cartera dice una cosa y, otro, responde que no le consta lo que ha afirmado el anterior o, manifiesta, que la competencia del asunto es suya, no del declarante inicial; asimismo, que tiene un vicepresidente que airea las diferencias internas sin pudor. En fin, que es como si la oposición tuviera asientos en el Consejo de Ministros. A esto se le añade la clase de socios que busca para sus apoyos a los PGE, a cambio de concesiones inadmisibles. La otra cuestión es la económica. España se sitúa entre los países más perjudicados por la pandemia y está empeorando. Su deuda pública se ha disparado y supera el 110% del PIB. Tendremos recortes acusados, menor creación de empleo y más parados. ¿Cómo no va a haber hartazgo? Comprensible.

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