'Hallowimp'

Yo sufro mi propia versión de Halloween: el terrorífico 'Hallowimp', el 'hallow' de los impuestos aplazados

Me he intentado resistir, 31 de octubre tras 31 de octubre, a la inquietante celebración de Halloween. Cada año, he publicado un artículo en contra, ya fuese protestando de la estética de esta neo-fiesta o tratando de esclarecer su fondo oscuro o, mucho mejor, celebrando nuestra celebración de Todos los Santos, y gozándome en lo que significa. En noches como ésta, he intentado cerrar mi puerta. Apagar las luces. Pasar desapercibido. He escondido a mis hijos los disfraces de bruja y de murciélago que les regala mi cuñada. Aunque también he reconocido que quizá lo de Halloween sea un signo de los tiempos, un reflejo de una época metida hasta las trancas en la cultura de la muerte.

Pero tanta resistencia ha terminado siendo inútil. Ya estoy cercado irremediablemente por mi propio Halloween, en su variante más terrorífica del Hallowimp. No puedo escapar. Es la ley. Exactamente en estas fechas, con una justicia poética e icónica que espanta, viene en plena noche de los muertos vivientes el pago de la segunda fracción de los impuestos. IRPF e IBI en manada, aullando como lobos famélicos. Se les oye a lo lejos. Se acercan. Arañan ya la puerta de mi casa.

Son unos impuestos zombis, que creíamos muertos y enterrados en junio. Unos impuestos que dan miedo, porque arremeten por la espalda, enormes como sombras en el muro, sanguinolentos como un rastro de números rojos en la cuenta bancaria. Vienen del pasado, del lejano 2017, a reclamar su porción de carne, a atormentar nuestros sueños, a chupar, con un mordisco legal y aséptico, nuestra sangre desfallecida, nuestros cuellos marchitos.

Contra el Drácula clásico, que al menos era conde, lo que, para un esnob, hace las veces de desgravación, teníamos una ristra de ajos. Contra el Drácula de Hallowimp, el hallow de los impuestos, no tenemos más que pan y cebolla, que es lo que nos queda. No podremos elegir entre truco o trato, ya está todo decidido. Vienen a por todo: a darnos el susto y a llevarse la bolsa, a dejarnos esqueléticos.

Sin embargo, nada me aterroriza más que los fantasmas del mundo futuro. Pensar lo que van a hacer luego con el dinero que nos sacan. Mejor cubrirse la cabeza con la almohada y cerrar los ojos con fuerza. No pensarlo.

Esta noche estoy por salir a la calle a pedir chucherías, caramelos, un préstamo personal, huesos de santo, castañas, lo que sea. La verdad es que "susto" tengo para dar y regalar.

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