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Antonio / Fernández Jurado /

Hacienda y el fútbol

VERGÜENZA, que no sorpresa, me cansa la constatación pública de la deuda futbolística con Hacienda y la Seguridad Social. Y lo es más aún cuando los propios técnicos de Hacienda denuncian el trato privilegiado y condescendiente de la Administración para con los Clubs.

De ahí que, por una vez siquiera y a la vista de los momentos que vivimos, antepongamos nuestra condición de ciudadanos responsables a la de aficionados al fútbol para exigir responsabilidades por la generación de esta "burbuja futbolística", de esta quiebra en el rigor mercantil que concluye en la ilegalidad y en el perverso refugio de los malos gestores -por ser suaves en el calificativo- que es la Ley Concursal.

Y la pregunta es, ¿Cuándo habrá un Secretario de Estado para el Deporte, con el refrendo de su Ministro correspondiente, que ponga fin a éste caos y acabe con los modos dictatoriales, impropios de una sociedad democrática, en los que está instalado el mundo del fútbol? ¿Cómo se puede defender, en la UE, un determinado porcentaje de déficit y pretender vender deuda o recabar reducciones en la prima de riesgos, al tiempo que generar confianza y requerir fondos europeos, si la Administración consiente el engaño de sus administrados? Esto, sin profundizar en el privilegio que ya fue el Plan de Saneamiento, la conversión en Sociedades Anónimas o el negocio televisivo, absolutamente irrespetuoso con los aficionados y abonados sufridores de una publicidad engañosa, por el maremágnum de horarios y calendarios en cada jornada, que minimizan en muchos casos la rentabilidad de la inversión deportiva que es el pago del abono. Mientras, padeciendo la crisis, millones de españoles en paro, autónomos y pequeños empresarios cerrando, jóvenes desorientados y frustrados… y los de siempre, esa clase media que parece incombustibles y paciente como Job, pero aprisionada por el Estado y esas leyes de mercado que tienen impacto directo en su calidad de vida, en su estabilidad laboral, en sus ingresos y en sus obligaciones como ciudadano, mientras el fútbol vive y subiste, ajeno e impune a todo ello.

Ni siquiera el elemento sentimental y afectivo de amor a unos colores, pueden cegar la exigencia de aplicación de la Ley a los cumplidores. Por solidaridad, por justicia y por imprescindible legalidad. Nos gusta y amamos al fútbol, pero no a los vividores y dictadores del mismo. Por ello decía que nos avergüenza pero no sorprende, lo que sucede.

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