La batalla en el PSOE se dirime en el ámbito de las lealtades. Pocas diferencias ideológicas debe haber entre los principales rivales si se tiene en cuenta que hace tres años Susana fue la madrina de Pedro para que Madina no ganara las primarias. Sin Díaz y su arrebato contra el candidato vasco en 2014 el líder Sánchez no habría existido. Ahora sí, hay una diferencia estratégica. Para el secretario derrotado dos veces por Rajoy, la vuelta al poder de su partido sólo será posible en alianza con la incómoda formación populista acaudillada por Pablo Iglesias. Y la presidenta de la Junta se cree capaz de derrotar a PP y Podemos en unas elecciones generales, como hizo en las últimas regionales andaluzas.

Pero ninguno plantea un nuevo formato de partido, con propuestas alentadoras para una clase media empobrecida y para los indignados y desposeídos por la crisis. Si el partido socialista español sobrevive a su guerra civil no será porque elija a Pedro o a Susana, ni porque el ganador integre al perdedor, sino porque haga el equivalente a un Bad Godesberg: el congreso por el que en 1959 el SPD alemán renunció al marxismo y aceptó la economía de mercado, para que la socialdemocracia fuese un partido de poder en la República Federal. Una estrategia que copió Felipe González en España veinte años después, forzando con su dimisión la opinión contraria en su partido. Ahora tendrían sus sucesores que hacer algo similar para adaptarse a los nuevos tiempos, pero no oímos más que eslóganes: "no es no", "me voy a dejar la piel"… Falta relato político.

Francia, que hoy elige presidente, es un buen laboratorio para ver que los partidos pasan de moda. Tienen su particular ciclo biológico; pero todos se oxidan. Algunos saben innovan sus mensajes y logran mantener autoridad, prestigio, éxito. Los que no lo hacen, desaparecen. Los socialistas franceses han tenido ya varias formaciones. La SFIO, a principios del siglo XX. En los años 20 se escindieron los comunistas. Se crearon otras organizaciones izquierdistas, republicanas, obreras… que confluyeron en 1969 en el PSF que llevó a Mitterrand al Elíseo durante 14 años. Unas siglas ahora decaídas y deshilachadas en numerosas corrientes. A los gaullistas franceses les ha ocurrido un cuarto de lo mismo. Han tenido ocho denominaciones distintas desde la Agrupación por el Pueblo Francés creada por De Gaulle en 1947 hasta Los Republicanos actuales.

Aquí ha pasado algo parecido. A la Alianza Popular fundada por ex ministros de Franco le tuvieron que cambiar de nombre y de piel para que pudiera ser un partido de poder. Y los recién llegados también se desgastan. UPyD duró un rato. Podemos ha perdido brillo tras la defenestración de Errejón. No es una simple cuestión de gustos. El mate se oxida más y se degrada antes. Y después está el viejo PSOE, que necesita un cambio radical si quiere volver a ser un partido de gobierno. Pero, de momento, está en una guerra de avales.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios