Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Grieta en el tálamo

SEGÚn el dicho, dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición, y la ósmosis en las actitudes y en las manías respectivas se transmite, según el genial inicio de 101 dálmatas, incluso entre los amos y los perros. A la hora de votar, uno intuye que, en la mayoría de las parejas cercanas, ella y él votan al mismo partido: en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en la derecha o la izquierda, hasta que la muerte os separe. Pero esa debe de ser sólo una apariencia o una coincidencia sentimental e ideológica a la española, porque en Estados Unidos se está dando lo contrario. En la interminable carrera hacia la Casa Blanca en curso, y según un sondeo que conocimos ayer, la mayor parte de las parejas con ingresos medios y bajos vota opciones distintas. Que no son más que dos: o el loquito ricacho, fóbico y bocazas de Trump o la ya provecta y en su última oportunidad de Hillary Clinton (no hace falta jurarlo, allá echarán de menos a Barack, y algunos echaremos en falta también a su solar y rotunda mujer; pondría la mano en el fuego por que los Obama votan y hacen todito acompasadamente). Ojo al dato: en esta tendencia dialéctica, las mujeres votan mujer, Clinton, y los hombres votan macho, Trump. Que éste presumiera de pulpo con patente de corso, es decir, de meter mano a quien le apetecía sin recibir no ya un bolsazo o una denuncia, sino siquiera un no debe haber contribuido a privarle de miles de votos femeninos, y quizá también masculinos. No todos los machos son cochinotes y pegoteros como Trump.

La cosa no es baladí. Podemos decir que los hombres estadounidenses que no son ricos -el patrimonio une mucho ante las urnas- son más conservadores, y que las mujeres son más liberales y progresistas. Y que ambos, él y ella, confían más en una persona de su género. Pero puede que lo que haya sea una corriente colectiva y subliminal que polariza a las parejas, algo que ha mutado y quizá es ya consustancial y nada coyuntural en el alma del país más poderoso del mundo. Entre la unpriviledged people como allí nombran con esa eficacia y creatividad que tiene el inglés a quienes no son ricos ni mucho menos, podría estar abriéndose una grieta sentimental, algo que amenaza la estabilidad del imperio desde las mismas esencias y entrañas de su estilo de vida. Pero más allá de la sociología-ficción y de la distopía, la interminable secuencia de caucus, primarias, Iowas y demás harta a cualquiera, y hace surgir divertidos sucesos electorales para sobrellevar el larguísimo proceso.

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