Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Gracias Floren

Jamás pensé que tendría que darle las gracias a Florentino Pérez por su aportación a nuestro lenguaje cotidiano

Nos encanta ver a un poderoso en apuros. Es superior a nosotros. Especialmente a alguien que incluso dentro de sus propios límites de afecto, cae mal. No he escuchado jamás tantos disparates en contra de Florentino, más que a un amigo que llegó incluso a comprar la equipación rosa del Real Madrid a sus hijos. Posiblemente el personaje caería menos mal si hubiera muchos socios de ese calibre porque, no nos engañemos, si al presidente del Athletic se le ocurre decir algo semejante de Julen Guerrero, Iribar o Txetxu Rojo, debería buscar lo antes posible la frontera más apartada de Alaska para esconderse.

Por eso jamás pensaría darle las gracias por su enorme aportación al lenguaje que unas grabaciones, sospechosamente de hace varios años, le ponen en un brete más que comprometido. Tengo que reconocer que no recuerdo a quién se refería, si a Raúl, Casillas, Guti o Relaño, cuando en una de esas perlas soltó aquello de "tolili". No reconocido por la institución que vela por dar lustre a la manera en la que nos expresamos, la Real Academia debería recoger el guante y colocarlo entre las nuevas aportaciones a la próxima edición del Diccionario. Y es que estamos rodeados de tolilis, los hay por todas partes y parece que se reproduce. Desde aquellos que no reconocen a quien tiene la osadía de no pensar como él; a los que consideran que no podemos vivir sin ellos; quienes se solazan en el éxito y se esconden ante el fracaso; la multitud que no piensa que simplemente han cometido un error, intentan corregirlo y aprender de él para no repetirlo o los que echan de menos etapas que no deben regresar.

La vida corre peligro de convertirse en un desfile de tolilis, que precisaría un Día Internacional del Tolili y un desfile en consecuencia para celebrarlo como se merece, a pesar de que habría problemas para encontrar un espacio lo suficientemente amplio como para que todos acudieran a esa llamada. Y el primer tolili es un servidor, que se indigna hasta cuando duerme, que no es capaz de desconectar cuando debe, que a pesar de que ha repetido muchas veces aquello de "todos son iguales, estoy harto", le falta tiempo para ir a casa y comprobar las barbaridades que se dicen en la tele o a través de las redes sociales. El compromiso excesivo, la responsabilidad sin límites, el intentar hacer creer a quien tienes enfrente que debe creer lo que tú crees, animar a tu equipo, comer lo que te gusta y poner el aire acondicionado a la temperatura a la que tú consideras que debe estar el salón, es la primera muestra de tolilismo ilustrado.

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