Gracias, Aznar

Le agradeceré siempre a Aznar haberme ayudado a recordar los mandamientos de la ley de Dios

Siempre he pensado que a los que fuimos alumnos en los años 60 nos enseñaron contenidos inservibles y solamente para que fuesen memorizados. Me ha bastado ver la comparecencia de Aznar en el Congreso para dar cuentas de la llamada "Caja B" del Partido Popular, para llegar aceptar mi error. Lamento haber tardado tanto en darme cuenta de que aquellas enseñanzas, hoy mismo, pueden ser útiles. Qué maravilloso comprobar, aunque sea tarde, que aquellos conocimientos perduran y hasta valen.

Me bastó la respuesta de Aznar ante la intervención de Simancas: "Lo voy a repetir otra vez para que usted lo entienda", y me transporté a aquella pizarra negra con marco de madera, con la lista de los siete pecados capitales escrita. Fue suficiente con observar ese intento de sonrisa que puso (sin conseguirla, claro, por esa voluntaria parálisis facial), para que yo recordase claramente: "El séptimo pecado capital es la soberbia". Inmediatamente después recordé las palabras de sor Trinidad e incluso su voz: "Contra la soberbia, está la virtud de la humildad". También nos decía esta monja, muy adelantada para su tiempo, que la humildad, sin duda, es la más difícil de conseguir y nos repetía las palabras de San Agustín: "Sólo a pasos de humildad se sube a lo alto de los cielos". O sea, si esto es cierto, Aznar no subirá jamás al reino de los cielos. Desconoce el significado, origen y la trascendencia de la humildad. Se encuentra tan a gusto en su reino del narcisismo, se repetirá a sí mismo tantas veces las respuestas tan inteligentes que da… que debe vivir en un puro gozo. En la comparecencia, usó el ataque como defensa, utilizó el tono pendenciero de Rufián y llegó a asegurar (como colmo de la vanidad y profundamente enamorado de sí mismo), que no se arrepiente de nada. Citó para ello a Roemmers (casualmente implicado en paraísos fiscales), presumiendo de culturilla literaria.

Le agradeceré siempre a Aznar haberme ayudado a recordar los mandamientos de la ley de Dios. Aseguró que no había Caja B (refrendada por la Audiencia Nacional). Negó conocer a Correa (pero le pagó buena parte de los gastos de la boda de su hija). Insistió en que no participó en la guerra de Irak (constatada en la cumbre de las Azores)… Dice el octavo mandamiento: "No dirás falso testimonio ni mentirás".

Aznar lo niega todo, como la canción de Sabina, con la diferencia que éste termina sincerándose: "Lo niego todo, aquellos polvos y estos lodos, lo niego todo, incluso la verdad".

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