Antonio Carrasco

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God bless America

¿Quién no sabía lo que era el cinturón de óxido o comentado con su cuñado el valor de los estados bisagra?

Nos creemos unos sabeloto, pero no tenemos ni idea de nada. Las elecciones en Estados Unidos nos han puesto en nuestro sitio. Hemos salido de nuestra particular burbuja de la ignorancia para darnos de bruces con el vasto mundo de la geopolítica norteamericana y sus doctos maestros. No teníamos ni idea de nada. Asistimos durante una semana a un ejercicio de cuñadismo sublime ante un recuento convertido en un gigantesco reality televisivo. Todo un máster acelerado del que salimos preparados para sostener cualquier debate con el más pintado.

Nos pasamos días hablando, opinando y hasta sentenciando acerca de cuestiones sobre las que en el mejor de los casos tenemos unos conocimientos bastante superficiales. Seamos honestos. ¿Acaso no sabíamos todos lo que era el cinturón de óxido? ¿Quién no ha comentado con la familia el valor de los estados bisagra? Faltaría más.

Hemos gozado de unos amplísimos despliegues informativos gracias a los cuales hoy sabemos que en Estados Unidos cuentan con una lentitud desesperante y poco más, porque seguiremos sin entender a su electorado ni las razones por las que más de 70 millones de personas apoyaron a Donald Trump pese a que lo percibimos como un histriónico simplón. Eso sí, hay más gente que controla la política norteamericana de lo que suponíamos en nuestro país. Eso sí, todo basado en el vídeo de Bernie Sander, las apariciones estelares del hijo de Trump o las reflexiones sobre la edad de Biden y su trayectoria familiar repetidas a diario.

Durante esta semana, nuestros 'expertos' vaticinaron un resultado, el otro y el de más allá a lo largo de un mismo programa. Opinamos por encima de nuestras posibilidades. Entre los grandes clásicos hemos gozado con Ferreras en sus infatigables directos (al pobre le levantaron el descanso del sábado para dar el resultado después de hacerse un Gran Hermano al Rojo Vivo) y descubierto agradables excepciones como Emilio Domènech o disfrutado con el estilo sosegado de Carlos Franganillo en tiempos en los que todo es show.

Pero lo mejor de todo es el culmen de la celebración del resultado final en base al beneficio que tendrá para España. Como si en lo esencial la política norteamericana cambiase mucho de un partido a otro. God bless America.

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