Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Gobierno piloto

Las críticas de Puigdemont, Arnaldo Otegi y Pablo Iglesias al nuevo Gobierno espantan todos los temores

El mayor temor que levantó la moción de censura de Pedro Sánchez ha quedado conjurado, los grandes damnificados del nuevo Gobierno han sido sus peligrosos compañeros de viaje. Al huido Carles Puigdemont le ha caído mal que Josep Borrell sea el ministro de Asuntos Exteriores; a Arnaldo Otegi, que el titular de Interior sea el juez que le encarceló en dos ocasiones y, finalmente, Pablo Iglesias ha montado en cólera. En sólo 24 horas, el presidente se ha olvidado de él. Le augura momentos de angustia.

Estas tres reacciones, a las que cabría sumar las de Rufián y Torrent, son buenos indicadores de la senda de Pedro Sánchez, porque con sólo 85 diputados el temor a que España quedase bajo el capricho de los independentistas y las payasadas de Podemos era ciertamente fundado. Sánchez ha diseñado un Gobierno socialdemócrata, ortodoxo en lo económico y muy progresista en todo lo demás, que es la fórmula que le ha funcionado siempre a los ejecutivos socialistas europeos, aunque deban manejarse en esta contradicción creativa. El capitalismo es inexorable, pero sus correcciones también.

La debilidad de Pedro Sánchez reside, efectivamente, en su minoría parlamentaria, en esos 85 escaños que le hacen depender de Podemos y de la miscelánea nacionalista, con ellos va a tener que negociar el Presupuesto de 2019, la renovación de la RTVE y la eliminación de la ley mordaza, es un Gobierno débil en sus apoyos, aunque proyecte solidez en su composición. Es la segunda contradicción con la que va a tener que convivir, aunque en caso de imposibilidad cuenta con un eficaz paracaídas como seguro: la convocatoria de las elecciones generales.

Porque éste es un Gobierno diseñado para durar, pero listo desde el primer día para apretar el botón rojo y acudir a las elecciones. Ése es un enorme margen de libertad que beneficia a Pedro Sánchez. Intentará el acuerdo con Podemos y con el PNV, la apertura de un diálogo con el PDeCAT y ERC para serenar a Cataluña, aprobar unos Presupuestos, pero si es imposible más allá de lo razonable y del interés de España, convocará elecciones. Es más, en su fuero interno, Pedro Sánchez debería tener marcado en rojo el día en que disolverá las Cortes; es mejor que sea él quien disuelva a que le disuelvan.

Si actúa con la serenidad y acierto con el que ha nombrado a su Gobierno, el PSOE no tendrá que explicar a los españoles qué quiere hacer con el país. El piso piloto lo habrá mostrado.

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