Daba cuenta en el anterior Surcos Nuevos de mi preocupación por el compromiso de pronunciar el pregón de las Fiestas de Gibraleón, ante mis grandes lagunas sobre la historia remota y la cercana de la villa, sobre sus referencias culturales -con la insuperable de que un marqués de Gibraleón figure en la dedicatoria del Quijote- y sobre su forma de vivir hoy la religiosidad. Parece que el resultado fue digno, al contar con la complicidad de un público que aceptó el pregón como inicio de un diálogo para impulsar en el municipio una trayectoria cuya meta ideal sería hacer de él una Ciudad de Cultura.

Este objetivo puede proyectarse a nivel provincial, ya que la excelencia cultural no está relacionada con la dimensión de los colectivos. En ambos casos, la clave puede residir en la conjunción de esfuerzos entre una población consciente del valor de la cultura como medio para mejorar la calidad de vida de los pueblos y la labor de gestión de sus representantes políticos. Hay que contar, claro, con competidores muy poderosos, dotados de medios formidables, que prometen, especialmente a los jóvenes, paraísos que al final resultan ser espejismos efímeros. La cultura, como también sucede con el deporte -y desde luego no hablo del deporte espectáculo- requiere esfuerzos previos a la obtención de las satisfacciones que genera.

En cuanto a la representación política, no es un buen síntoma el hecho de que en la provincia se aúnen en la misma Delegación de la Junta las competencias de las consejerías de Cultura y de Fomento. Tampoco lo es que en Gibraleón sea el mismo concejal el responsable de la Cultura y de la Policía. Son detalles que tienen su importancia. Habríamos preferido que, puestos a compartir responsabilidades, la Cultura se maridara con la Educación, puesto que es la etapa escolar la oportuna para plantar los brotes que más tarde han de ofrecer fecundos frutos culturales. Otro sector que debe sensibilizarse es el empresarial. Es cierto que bastantes entidades traducen su percepción de la responsabilidad social en apoyos a causas culturales y benéficas, pero son aún una minoría. Por otra parte disponemos de ideas creadoras y gestores culturales de gran valor. Pero es necesario el caldo de cultivo y recursos para trasladarlos a una sociedad cada vez más convencida de que la cultura es factor decisivo para alcanzar un horizonte mejor individual y colectivamente.

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